El vano esfuerzo de emular a Buñuel
Madrid, probablemente en los 80. Un flaco desprolijo, cara de recién levantado, que no trabaja ni estudia -aunque poco le falta para terminar una carrera universitaria-, decide apostatar de la Iglesia Católica. Lo hace, entre otras razones, para no figurar más en el porcentaje de fieles bautizados. Surgen así unos supuestos trámites siempre largos, y un obispo conservador. Hay además una madre que llora avergonzada del hijo inútil, una prima y una vecina que le encuentran una utilidad básica, y cada tanto hay un disparate onírico. El mejor de ellos ocurre en una vieja casa de estudios, donde un pizarrón anuncia "España apóstata. Salón 107. III Encuentro Nudista. Salón 109". La idea es digna de Buñuel, pero, lamentablemente, Buñuel se fue y el autor de esta película está lejos de sucederlo. Muy lejos. Lo suyo es apenas una humorada sin mayor gracia, con un discurso anticlerical ya perimido y una languidez contagiosa. El autor es Federico Veiroj, montevideano de origen, nacionalizado español. Intérprete y coguionista, Álvaro Ogalla, en la vida real proyectorista del microcine de la Academia Española.