Romper con lo establecido. Buscar una salida particular a una decisión que ha sido tomada sin su consentimiento. Descreer de todo aquello que la sociedad y la religión han impuesto y determinado para las personas.
“El apóstata” (España, Uruguay, 2015) de Federico Veiroj (“La vida útil”, “Acné”, “25 watts”), con guión y protagónico de Álvaro Ogalla, quien inspiró la historia de este joven que decide apostatar a pesar que todo se le pone en contra para que lo haga.
Veiroj propone una historia dinámica y urgente, que además de hablar de poder cumplir con metas personales que escapan a las tradicionales normas, retrata un momento de quiebre en la sociedad española, que, asfixiada, comienza a transitar otros caminos para poder salir de la olla a presión en la que se encuentra.
En el apostatar hay una necesidad de encontrarse, porque el personaje principal, Gonzalo (Ogalla) también necesita eso, errabundear en su ciudad y adentrarse en los claustros para poder entender la negativa ante su pedido.
“El apóstata” demuestra en su simple historia la decadencia de una institución que aún responde a estamentos, pero, principalmente, lo hace a una historia que nada tiene que ver con el siglo en el cual se inscribe el relato.