Austero retrato de una vida difícil
Nada es fácil en la vida de Pablo, el protagonista de esta ópera prima de Tomás de Leone premiada el año pasado en el festival de Mar del Plata. Se gana la vida como ayudante de cocina, pero sueña con un modesto restaurante propio, aunque no le sobren los recursos para concretar el proyecto. También debe lidiar con una madre alcohólica y con el trauma de un abandono doloroso, el de su propio padre, que lo quiere lo más lejos posible.
El aprendiz radiografía con notable precisión la deriva de un personaje que, abrumado por el peso del pasado y el presente, pelea como puede por un futuro distinto. El paisaje gris e industrial de Quequén refuerza la sensación de monotonía que atraviesa una historia cuya rutina apenas se ve alterada cuando aparece un romance fugaz o algún delito de poca monta para juntar algunos billetes.
La sobriedad de Nahuel Viale para interpretar a ese joven cargado de angustia y temperamento opaco es una de las fortalezas de esta película austera, equilibrada y sólida. Lo acompaña un elenco muy ajustado en el que se luce especialmente Esteban Bigliardi, magnífico en la creación de un psicópata astuto, pero no del todo lúcido, que sin embargo sabe cómo aprovechar las debilidades ajenas y ocultar las propias. Despótico y arbitrario, líder de una pandilla juvenil siempre titubeante, intimida, repele y también causa gracia por su visible patetismo.