Pablo es un aprendiz de cocina de 21 años a quien le toca pagar su derecho de piso. Quizás algún día llegue a ser un cocinero distinguido y los autos se detengan especialmente para comer en su restaurante del puerto, pero eso, por el momento, es apenas un sueño y una forma de evadir el mundo en que se mueve: además de picar verduras, el joven tiene una vida paralela que es la que, en verdad, le permite ahorrar algo de efectivo cuidadosamente escondido en algún rincón de su casa con el deseo de llegar hasta donde se propone.