Todo comienza por el autorretrato. Juan Martin Hsu (La Salada) se filma en el baño del aeropuerto antes de viajar, junto a su hermano, para reencontrarse con su madre luego de diez años. La inscripción del cuerpo se observa frente al espejo. Los movimientos de la cámara en mano señalan una urgencia por testimoniar sin importar la forma, por comenzar este relato en primera persona ignorando hacia dónde irá. Una idea motoriza el recorrido: conocer la historia detrás del asesinato de su padre, hecho que llevó a la mujer a tomar la decisión de abandonar Argentina. Ya no se trata de él, sino de les tres en escena, y algunes cuantes más.
El duelo en el cementerio, las fábricas, el armado de las murgas durante el carnaval, las serenatas, una huelga. “Dicen que los viejos vivimos de los recuerdos, ¿no? pero a mí eso me ayuda mucho”, confiesa la voz en off de uno de lxs entrevistadxs mientras evoca sus recuerdos de Villa Corina, ubicado entre dos cementerios en Avellaneda -el Municipal y el Israelita-, al sur del conurbano bonarense. Los nombres de lxs vecinxs recitados, lo que definía a cada unx, las casas que ya no están hablan de un tiempo perdido, de una identidad que fue mutando, donde todo devino desconocido.
Un festejo de cumpleaños presenta a la protagonista. Entre globos que forman el número noventa, regalos, amigxs, anécdotas y canciones, Ilse Fuskova celebra su vida. Liliana Furió (Tango queerido, 2016) y Lucas Santa Ana (El puto inolvidable, 2016) dirigen un documental sobre esta activista del feminismo y lesbianismo encargada de contar su historia en primera persona junto a sus compañeres de lucha. Un material de archivo conformado por fotografías, entrevistas y participaciones en programas televisivos completan los relatos acerca del compromiso de la protagonista de este documental que lleva su nombre.
El vencimiento en tanto condición inevitable se siente en la profundidad de cada espacio. Los cuerpos rendidos se confirman en sus múltiples modos. Desterro medita acerca del fin —de una relación, de las palabras, del mundo— desde el comienzo del relato. En las escasas frases que intercambian Laura (Carla Kinzo) e Israel (Otto Jr.) mientras desayunan, surgen temas cotidianos como la crianza de su hijo o un almuerzo familiar, junto a otros de tipo existenciales como la extinción de la vida en la Tierra. Al respecto, ella afirma que le gustaría presenciar ese momento, él discrepa. De fondo se comprende que esto no es lo único donde no logran ponerse de acuerdo, sino que los puntos de vista se apartan de forma irreversible.
En In Comparison (2009) Harun Farocki observa la sociedad desde sus cimientos en continuidades y rupturas a lo largo de distintos continentes. “Las casas de adobe de los pueblos de África son producto del trabajo colectivo de una comunidad”, afirma en su libro Desconfiar de las imágenes. En Adiós a la memoria Nicolás Prividera observa, con una lucidez similar, el camino opuesto. Si el ladrillo condensa la construcción social en Farocki, ahora la baldosa —partida— simboliza la destrucción, un claro mensaje de un partido político que en su idea de “cambio” propuso dar vuelta la página sin comprender, tal vez, que en esa invitación a una pérdida de la memoria, radica el deseo de perder parte de la consciencia colectiva y de la identidad nacional.
El fallecimiento de Mabel desencadena una serie de conflictos entre sus hijes. Con la ausencia de la mujer, se produce la disolución de una concepción quística de la familia que ella tejía. La casa se vuelve extraña, pierde las formas mientras intereses disímiles emergen. Junto a las reconfiguraciones espaciales e identitarias, aparece el silencioso dolor del viudo, no solo por la ausencia de la mujer sino al percibir los cambios al interior de su hogar. Allí, uno de sus hijos ha decidido construir un departamento en la parte superior sin su aprobación.
La voz es el principal recurso en la vida de Inés (Érica Rivas). Una que logra un lenguaje neutral para su trabajo como actriz de doblaje en películas orientales y luego alcanza el tono soprano cuando practica junto al coro lírico de mujeres en el escenario del CCK (Centro Cultural Kirchner, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Entre repeticiones y ejercicios, ella la controla pero, ahora, algunas voces interiores intentan controlarla a ella. En su segundo largometraje, Natalia Meta (Muerte en Buenos Aires, 2014) se centra en un momento de quiebre en la vida de la protagonista producido por un suceso traumático que cambia por completo el modo de percibir el mundo.
Es navidad y en otros cielos, la pirotecnia brilla. En otras casas, las familias comparten la cena, brindan y se abrazan. No en la de Fidel que está solo con su caballo y lo acaricia. Uno a otro se acompañan, son refugio y esperanza. Fidel, Niño Valiente (Fidel Mita’í Py’a Guazú, Mario Verón) se nutre de los pequeños momentos de inocencia para construir un relato de un niño jinete que se ve obligado a abandonar su Paraguay natal junto a su hermano para trabajar como peón en Misiones y así lograr una ayuda económica para llevar a su madre que lo espera del otro lado de la frontera. El relato avanza entre el documental y la ficción como si fueran dos terrenos sin alambre divisorio.
“Fotografiar es conferir importancia”, sostiene Susan Sontag en uno de los artículos que componen Sobre la fotografía. Palabras comprendidas por Martin Weber quien vuelve tras sus pasos para buscar el presente de las personas que había fotografiado en distintos puntos de América Latina entre 1992 y 2008. En aquel momento una consigna se repetía: la invitación a que todos y todas escriban en una pizarra su sueño. En el registro audiovisual Mapa de sueños latinoamericanos nuevas preguntas se plantean: ¿Qué habrá sido de la vida de aquellas personas? ¿seguirán en el mismo lugar? ¿habrán cumplido sus deseos?
Esa sensación de estar en el mundo comprendiendo que hay tantas otras millones de formas puede resultar liberador o desesperante. Nos hace conscientes que podríamos habitar de un modo distinto, que nuestros destinos podrían ser otros. Chico ventana también quisiera tener un submarino presenta tres historias en tres espacios geográficos distintos: un grupo de trabajadores campesinos descubre una casilla en medio de los pastizales de la selva filipina. Una mujer en Montevideo vuelve a su departamento donde la espera un desconocido. Un joven trabaja en un crucero por la Patagonia y encuentra el modo de evadirse a través de una puerta escondida.