Cada vez que veo a Nicolas Cage en pantalla, me acuerdo del personaje de Robert Downey Jr en Una Guerra de Película (2008), en donde hacía de un actor necio y cargado de ínfulas que creía que podía interpretar cualquier tipo de papel... incluso el de un afroamericano (!). Para mí Cage siempre será el tarado que se creía vampiro en El Beso del Vampiro (1988) - el que debe ser uno de sus papeles más cómicos -. Vale decir, el tipo era bueno para lo comedia y zafaba para el drama, pero con el bendito regalo del Oscar de Leaving Las Vegas (1995), comenzó a creerse que le daba el físico para ser héroe de acción. Como en Hollywood lo usual es que la locura sea compartida (si ganó el Oscar, puede interpretar cualquier cosa), hay un numeroso grupo de productores que también se convencieron de ello (wtf!?) y le dieron su oportunidad. Lo cierto es que Cage ha tenido un olfato bastante bueno para elegir proyectos (cuando no lo apuran sus necesidades monetarias, debido a sus problemas con el fisco) y acierta en 2 de 3, generando películas taquilleras. Esto confirma el segundo axioma hollywoodense (si es taquillero, está en lo correcto), un descerebrado principio que indica que la efectividad en las recaudaciones le da la razón a los tipos más burros, torpes y carentes de talento que hayan circulado por la meca del cine - desde Joel Schumacher hasta Pauly Shore y Tim Story -, y los mantiene en actividad por un tiempo superior a lo saludable. Ciertamente Nicolas Cage no ha hecho un despropósito de su carrera como Cuba Gooding Jr (que ahora da lástima), pero se ha embarcado en proyectos bizarros y/o heroicos para los cuales no le dá el physique du rol - peliculas de pasables para abajo, en donde lo que más desentona es el casting de Cage -. Repasemos: Con Air (1997, y su primer atentado al buen gusto), Contacara (1997), Gone in 60 Seconds (2000), sus anteriores colaboraciones con il ladri Jon Turteltaub - Tesoro Nacional y secuela -, y la peor de todas que ha sido El Motorista Fantasma (2007). Todo esto, sin mencionar que en un momento fue un muy serio candidato a ponerse la capa roja en el papel del título del reboot de Superman cuando Tim Burton manejaba el proyecto (tsunami de wtf!).
Aun con todo ello, uno no termina de odiar a Cage, simplemente porque el tipo tiene cierta simpatía. Lo que uno cuestiona es su elección de roles de héroe, para los cuales no le da la cara ni el cuero. Cage ha hecho cosas muy buenas como Next y Knowing, que son héroes más comunes y de clase media, pero también se ha embarcado en papeles que eran más del estilo de un Bruce Willis o de un Sylvester Stallone (cuando éstos estaban en su mejor momento). Con El Aprendiz de Brujo vuelve a cometer otro moco cinematográfico, no porque el papel sea para un tipo más atractivo y de físico más grande, sino porque su rol (y todo el film) está escrito para el demonio. Otra vez tenemos a Nicolas Cage haciéndose el canchero en una película absurda en un 99%, tal como ocurría en National Treasure. Como le dice Jay Baruchel en un momento: "Esto es una locura!. ¿No piensas que todo esto es demasiado ridículo?".
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El otro cómplice de esta abominación es el director Jon Turteltaub, un tipo que no sabe lo que es mesura en términos cinematográficos. Y, detrás de todos estos, está el pope Jerry Bruckheimer produciendo. Me imagino el razonamiento de Bruckheimer con los ejecutivos de la Disney, diciéndoles que si con sólo un nombre pudieron hacer una franquicia millonaria - el del parque de entretenimientos de Disneylandia que evolucionó hasta convertirse en Piratas del Caribe -, por qué no podrían hacer lo mismo con el clip de cinco minutos de Fantasía (1940), en donde el ratón Mickey dirigía un ejército de escobas embrujadas que se salían de control?. Acá el mismo clip está recreado de una manera tan insípida, anónima y veloz que apenas dura tres minutos... pero aún le quedan 108 minutos de trama para rellenar. El filme podría haber seguido algún camino moderado y standard como para generar un poco de clima y hacer amigables a los protagonistas, pero como el director Turteltaub y el productor Bruckheimer están convencidos que están haciendo la próxima gran franquicia mágica post Harry Potter, se empeñan en incrustar efectos especiales cada dos minutos, lo que termina por saturar y volverse odioso. Nicolas Cage montando un águila de metal gigante del edificio Chrysler; Nicolas Cage revoleando a Alfred Molina por los aires; Nicolas Cage conduciendo un antiguo Rolls Royce a toda pastilla por las calles de Nueva York mientras entra y sale de los reflejos en las vidrieras... y así todo el tiempo.
En el fondo, esto bien podría ser la versión americanizada de Harry Potter dirigida por Michael Bay (o por Barry Sonnenfeld, que no conoce términos medios). Al menos la acción que dirige Turteltaub se puede seguir en pantalla sin que se nos revuelva el estómago, pero es exagerada y recargada. El filme funciona bastante mejor (aunque sin ser una maravilla) cuando Jay Baruchel está solo y/o con la chica (como la danza con los rayos de la bobina Tesla, que debe ser el único momento original del filme). Pero por el resto, abruma y termina resultando ridículo. No es que el filme sea aburrido - simplemente porque todo el tiempo pasan cosas en pantalla -, pero es una película que tiene de todo en exceso, excepto magia real y entretenimiento sólido. Acá había una oportunidad de hacer algo medianamente interesante, sólo que los arruinaron una troupe de tipos que sobreactúan y que se han enviciado con el departamento de efectos especiales.