Un Brosnan afilado
Pierce Brosnan regresa al cine que mejor le sienta luego de encarnar al agente secreto 007 en esta película que combina acción, intriga y a una larga fila de villanos. Todo aparece enhebrado por la mano segura del australiano Roger Donaldson (quien en los años ochenta filmó Sin Salida, junto a Kevin Costner) que, con astucia, imprime vértigo a una trama que bien podría haber protagonizado el agente Bourne.
Peter Devereaux (Brosnan) es un ex agente de la CIA peligroso y entrenado que tiene como misión proteger a la testigo Alice Fournier (Olga Kurylenko), que podría exponer la verdad detrás de décadas de conspiración y terminar con la carrera de un aspirante a candidato presidencial. El aprendiz también coloca al protagonista en el ojo de la tormenta: se convierte en el blanco de su antiguo protegido, David Mason (Luke Bracey).
Con un guión de Michael Finch y Karl Gajdusek, basada en la novela There are no spies, de Bill Granger, de la serie November man, la película construye el eterno juego del gato y el ratón en un mundo de espionaje internacional. Sin un argumento complicado, con logradas escenas de acción y una testigo que sabe más de lo que cuenta -además es madre de la única hija de Peter- el film incursiona también en crímenes de guerras durante el conflicto checheno, violaciones y una villana que parece salida de una película de Luc Besson.
Todo eso le alcanza a Donaldson para construir una atmósfera de peligro constante, que sucumbe ante la sucesión de falsos finales para llegar al esperado enfrentamiento del desenlace, con un Brosnan aún afilado para los requisitos del género.