Caprichos de la traducción local enfocan la atención del título de este thriller de espionaje en la contracara del verdadero protagonista, Peter Devereaux (Pierce Brosnan), el “hombre de noviembre”, demasiado baqueteado para este tipo de laburos arriesgados, pero su testarudez y tosquedad le permiten seguir adelante. Agente de la vieja escuela que no se inmuta ante los más jóvenes porque sabe que la experiencia pesa mucho más que los músculos.
Con “El Aprendiz” (The November Man, 2014) el ex 007 quiere volver a sus días de gloria, cuando pateaba traseros y peleaba con espías internacionales, en vez de tararear canciones de bandas suecas.
Roger Donalson, un director que ya se paseó por todos los géneros –véase “Sin Salida” (No Way Out, 1987), “Especies” (Species, 1995), “Trece Días” (Thirteen Days, 2000)-, lleva a la gran pantalla la adaptación de la novela “There Are No Spies” (1987) de Bill Granger, séptima entrega de la serie “November Man”.
Intrigas, suspenso, traiciones, piñas, patadas y explosiones. “El Aprendiz” tiene todo lo que uno esperaría de este tipo de películas, pero también cae en todos los lugares comunes, haciéndonos sentir mucho más sagaces e inteligente que los agentes que aparecen en pantalla, ya que somos capaces de dilucidar el conflicto, y averiguar quienes son los buenos y quienes son los malos, mucho antes que los protagonistas.
Así de mal viene la cosa. Devereaux (Brosnan) es un ex agente de la CIA que es obligado a salir de su retiro para formar parte de una misión secreta en Rusia que lo toca muy de cerca. Las cosas no salen como él esperaba y pronto se convierte en el blanco de sus antiguos empleadores y de su protegido, el agente David Mason (Luke Bracey), cuyas órdenes son sacarlo de circulación.
De fondo se desarrolla una flor de conspiración que incluye a miembros infiltrados dentro de la agencia gubernamental y un candidato a presidente ruso, Arkady Fedorov (Lazar Ristovski), antiguo general con un abultado prontuario de atrocidades cometidas durante la guerra de Chechenia. El político anda con ganas de borrar su nefasto pasado y a todos aquellos que fueron testigos, para lo que contrata a una asesina que irá tras los pasos de cada uno de ellos y de una joven refugiada que podría terminar por destapar esta olla mal oliente.
Alice Fournier (Olga Kurylenko) es el último eslabón de una cadena que puede conectarla con la joven testigo, por eso Devereaux se convierte en su guardaespaldas y salvador, mientras intenta descifrar los chanchullos que se tejen a su alrededor.
Hay que echarle la culpa a Jack Bauer y a “24” por habernos mostrado todo los tipos existentes de conspiraciones, traiciones y doble agentes que se pueden encontrar alrededor de este tipo de escenarios. No importa quien fue primero, si el huevo o la gallina, a esta altura estas tramas simplonas y que no aportan nada nuevo, ya no tiene ningún efecto de peso.
Ni hablar del rol (de fondo) que se le asigna a la mujer en esta película cargada de misoginia y un machismo a flor de piel que indigna hasta al más rudo. Acá, y en pleno siglo XXI, los papeles femeninos siguen estando supeditados a meros objetos sexuales y si son agentes competentes e inteligentes debe haber algún hombre cerca para degradarlas e insultarlas cada vez que se puede (¿?).
Esto es en líneas generales “El Aprendiz”, mucho tiro, adrenalina, testosterona y una trama tan simple (rebuscada a propósito) que la podría descubrir hasta un infante medio dormido. No aporta nada a un género que ya viene desgastado y hasta aburre, pero entretiene si es eso lo único que buscan y necesitan en una aburridísima tarde de lluvia sin Netflix.