Parafraseando a Camus, “Todo aquello que aprendí sobre la vida, me lo ha enseñado el fútbol”.
Se estrena el proximo jueves 25 de diciembre, esta comedia de Paolo Zucca, de gran dimensión estética, producida totalmente en blanco y negro y cuya historia gira en torno de, al menos, tres cuestiones: la ambición desmedida de Cucciari, un árbitro que, a punto de dirigir la final de un equipo europeo, es sorprendido en medio de un escándalo y a posteriori exiliado a la tercera división. En el mismo momento dos primos que juegan para Montecrastu se ven envueltos en una complicada riña sobre la muerte de una oveja, mientras vemos la rivalidad de dos equipos de la Sardegna, -el Montecastru y el Atlético Pabarile – el último en su categoría, guiado además por un entrenador ciego (Benito Urgu). Integrado por campesinos que trabajan para un hacendado. A lo que se suma una historia de amor.
No hace falta conocer a los sardos para imaginar su comportamiento, aunque en su mayoría ironizado al borde de la parodia, no así en su esencia. Claramente, El Árbitro es mucho más que estas historias paralelas. Este es un film sobre el fútbol y la corrupción que lo rodea, lo cual a su vez opera como una metáfora de la vida. Aunque no tiene la pretensión de indagar sobre la sociología de la Sardegna. Más bien es una representación entre épica y grotesca de la condición humana contemporánea, donde la ética es tan frágil en Crucciari como en Brai (Alessio di Clemente), un insoportable terrateniente entrenador del Montecrastu. El retorno al pueblo de Matzutzi (Jacopo Cullin), que había emigrado de niño a Argentina, trae nuevas esperanzas al Atlético Parabile, ya que a lo Maradona con su número 10 ingresa a la cancha, donde cada jugada suya culmina en un gol, protagonista a su vez de la historia de amor.
“El árbitro” surgió a partir de un cortometraje homónimo de Zucca, estrenado en 2009, que había obtenido el David de Donatello, premio otorgado por la Academia de Cine italiana y el Premio del Jurado del Festival Clermont-Ferrant, la más importante muestra de cortos de Europa. Dijo su director: “El corto registraba un partido de fútbol del pueblo, arbitrado por este hombre refinado, este príncipe desterrado de la primera división, aunque no se explicaba el motivo. Son los últimos minutos del largometraje“, aclaró Zucca. “Cuando decidimos hacer el largo desarrollamos cada personaje, detallamos cómo habían llegado a ese punto y las relaciones entre ellos. Por lo tanto, se transformó en un film completamente nuevo”.
En Italia, como en todo el mundo sabemos que fútbol es sinónimo de corrupción, tanto como la política, aunque esta no es una historia con pretensiones de indagar en la sociología de la Sardegna. Sí el uso del blanco y negro, como el de la ironía lo ayudaron a ubicar la historia en un momento distante de la realidad. Su director dijo además que las novelas de Osvaldo Soriano habían contribuido mucho a su posterior asociación entre fútbol y religión, por esto es que desde el inicio se produce un paralelismo entre la figura de Cristo y la del árbitro.
El film está lleno de simbologías religiosas tanto en el pueblo que sigue hacia un entierro, mientras cada uno interrumpe para agregar una acotación futbolera, como en el rezo de Accorsi antes de comenzar los partidos. .
Los diálogos idénticos de sus personajes al contraluz, en un blanco y negro refinado sobre las piedras, en la cima de un pueblo que no vemos, hace presente al gran western. El juego con la música y el baile, dan lugar a algunas de las tantísimas escenas inolvidables, que por momentos se traduce en un homenaje al grotesco felliniano.
Un excelente elenco donde se destacan Stefano Accorsi (árbitro Crucciani), Geppi Cucciari (Miranda), Francesco Panofino(árbitro Mureno) y Marco Nesseri (Cándido) , un cuidado casting de los actores no profesionales, una fotografía impecable, y una música inolvidable hacen que El Árbitro sea un film imperdible.