Simpática periferia del fútbol
Una de fútbol pero contada desde bien abajo, con dos equipos de aficionados que pugnan por el campeonato en medio de jueces y dirigentes corruptos y jugadores que entrenan en paisajes inhóspitos.
Pero El árbitro viene de Italia y por lo tanto la comedia como género impera en cada una de las escenas, entremezclando costumbrismo y una sutil dosis de patetismo a raíz del deporte.
El Parabile es el team de décima categoría en la región sarda, siempre perdedor frente al Montecrastu, dirigido por un engreído presidente. Pero se produce un retorno, un tal Matzutzi, que viene de ganar poco y nada en Argentina y llega para cambiar la historia, o por lo menos, intentarlo. Y un árbitro fácil de sobornar, el maleable Cruciani, deseoso de dinero y de arreglar partidos por determinados goles con el club ganador de la zona. La película pese a los nombres italianos y al seco y despojado paisaje de Cerdeña, es una coproducción con Argentina, ya que Daniel Burman y Diego Dubcovsky aparecen en la inversión presupuestaria. De allí, seguramente, la tipología del goleador Matzutzi, que gambetea como Maradona y Messi y hasta tiene carteles con su rostro donde se vislumbra un parecido al Apache Tévez sacando la lengua.
Pero la película de Zucca va más allá de referencias locales, ya que su apuesta estética se atreve a exhibir números musicales y algunas coreografías de los jugadores de ambos bandos con la intención de aligerar la matriz de denuncia que gobierna el film. Así, también hay lugar para un realismo bien italiano que recuerda a ciertos títulos de los años 50 (Pan, amor y fantasía, por ejemplo) donde la geografía de un pueblo adquiere una importante dosis de protagonismo. Pero el riesgo mayor del director es apelar a un riguroso esteticismo en encuadres y movimientos de cámara, aumentados por el uso del blanco y negro que provoca un singular extrañamiento en determinadas escenas. En efecto, El árbitro, más que profundizar en el lado corrupto del fútbol, muestra una galería de personajes secundarios que bordean el esperpento y superan con creces a la estética realista. Allí, claro está, Zucco se coloca al lado del fantasma de Federico Fellini, especialmente, en una lograda escena que remite a Amarcord y que transcurre en un cine donde se encuentran el recién llegado Matzutzi y su pretendida mujer, la vecina que abandonó para buscar suerte en otro paisaje.