El director turco Nuri Bilg Ceylan nos regala un film extenso (tres horas de duración) pero magnético y seductor sobre un hombre que termina sus estudios y debe aceptar lo que encuentre en el mundo adulto, incluso luchar por publicar su primer libro y la relación con los suyos. Y en su mundo nada hay de lírico y permisivo. Es una mirada sin concesiones sobre la realidad de su familia, su padre apostador, su madre quejosa. Una observación cruda sobre la realidad turca, incluida una descripción sobre un asesinato de parte de un policía en un relato telefónico casual de una fuerza tremenda. También pone en relieve los brotes de un fanatismo que se hace sentir. Nada escapa del interés del realizador: la filosofía, la religión, los dilemas éticos, las costumbres ancestrales. El implacable paso del tiempo y nuestras reacciones frente a lo inexorable, las miserias cotidianas y los pequeños gestos solidarios. Y hacia el final una aceptación. El director se mueve en escenarios naturales pero nada distrae la atención de la firmeza de sus intenciones para conceder algún respiro. Grandes actores, inteligencia en cada aspecto de su pensamiento. El espectador queda prendado del destino y el devenir de sus protagonistas, como un hipnótico atractivo de una historia que si bien es realista y especulativa no se priva de visiones fantásticas y extremas que irrumpen en la acción. Déjese llevar por la seducción, el talento y las discusiones que plantea este film.