La mirada del hijo
Esta nueva producción del director ganador en Cannes en 2014, por el filme “Sueño de Invierno”, se puede afirmar que es otra joyita que nos regala.
Lo único que podría decirse de la extensión de 188 minutos es que, cuando empezaron a sentirse excesivos, el realizxador cambia de registro y le imprime otra cadencia al relato.
Estructurado en capítulos, es una clara disección de la sociedad de la clase media turca, en el interior del país, lejos de la cosmopolita Estambul.
El punto esencial es que si bien es identificable cada segmento, y que cada uno tiene un pequeño conflicto que presenta, desarrolla y finaliza, nunca deja de estar articulado por un hilo conductor, que es la mirada de ese hijo que retorna una vez terminada la facultad con la clara intención de publicar su primer libro.
Un filme que se perfila como intimista, pero eso sólo es en la superficie, sin dejar traicionar lo que sería la columna vertebral del relato, el metódico proceso de observación del joven sobre su pareja parental, el director hace toda una representación de la sociedad de ese país en esa zona alejada y casi aislada.
Todos los personajes son mostrados en los aspectos más cotidianos de sus vidas, lo cotidiano invadido por los deseos y la mirada de los otros. En ese devenir del relato y del tiempo es que este escenario se torna indispensable para sostenerse, en él todos desarrollan sus subjetivas obsesiones e ideas de moral, ética, y religión.
Obra de extrema belleza desde las imágenes, los espacios elegidos juegan asimismo como personajes, desde lo inhóspito hasta lo más colorido.
Contada utilizando largos planos secuencias en los que, de manera muy acertada, utiliza música barroca europea, específicamente se reconoce varias veces obras de Johann Sebastian Bach.
Todo el filme es un devenir desde lo mutación que se produce en la mirada de ese hijo, igualmente sucede con las relaciones establecidas desde lo social.
Entonces circulamos por la inexperiencia del joven llevada adelante con atrevimiento, sin dejar de cuestionarse nada del orden el deseo, la esperanza de cambio, el alejamiento del padre, la circulación de los sentimientos más básicos que van del amor al odio, nunca por la indiferencia, del reclamo al perdón atravesando puentes propios.
Además de las soberbias actuaciones, lo que hace anclaje sobre el espectador son los diálogos, nunca aparecen como panfleto, todo lo contrario, universaliza el texto mismo.
Para ello el director hace jugar con escenas que bien podrían ser fantasía, sueños, pesadillas o simplemente la realidad que nunca tiene una sola mirada.