A primera vista, El árbol de peras silvestre, del turco Nuri Bilge Ceylan, es larga y lenta. Si vale la pena meterse en sus más de tres horas es porque la historia del escritor que regresa a su pueblo rural atrapa con una hondura que requiere su tiempo. El tipo es joven, bastante egoísta y desapegado, y está empeñado en publicar su libro, vinculado a su lugar, y en encontrar quien se lo financie. Con una puesta austera y extensas escenas de diálogos, entre intimistas y folclóricos, El árbol se detiene en imágenes de gran belleza poética. Cuando, por ejemplo, una conversación de reencuentro es interrumpida por una ráfaga de viento que revuelve el cabello de una mujer hermosa. Con estupendos actores, es también un relato sobre la carga emotiva de irse (o de ser), y de volver, al lugar de uno.