El nuevo film de Nuri Bilge Ceylan (ganador de la Palma de Oro en Cannes en 2014 por su trabajo titulado “Sueño de Invierno”) continúa profundizando en las temáticas más queridas y visitas a lo largo de toda su filmografía. En esta oportunidad, el largometraje cuenta la historia de un joven aspirante a escritor, Sinan, que regresa a su pequeño pueblo natal en Turquía luego de haberse recibido en la facultad. Allí comienza a notar que su familia atraviesa por problemas económicos derivados de la adicción de su padre a las apuestas. Por otro lado, el mismo se debate sobre qué hacer en su futuro: si seguir su sueño de convertirse en escritor, ser profesor o terminar como muchos jóvenes siendo policía o militar en las fuerzas de seguridad turcas. También tendremos la mirada juzgante de sus amigos y de un viejo amor, que no tuvieron la suerte de salir del pequeño poblado.
Una propuesta diferente que a lo largo de sus 188 minutos va ramificandose como el árbol del título y abriendo un gran número de subtramas para luego ir cerrándolas poco a poco. El trabajo del realizador turco resulta ser muy particular, ya que utiliza un gran abanico de recursos para hacer una crítica social sobre la situación en su país pero al mismo tiempo se dedica a meter en casos particulares sobre las relaciones familiares. A su vez, incluirá varias charlas de tinte existencial del protagonista con otros interlocutores en las que se tocarán temáticas como el arte y la cultura, las profesiones, la religión y el pensamiento racional, el amor, el enojo, los vínculos con sus padres, entre tantos otros. Es como si la película hiciera hincapié en las contradicciones y en los opuestos. El largometraje, pese a ser de una larga duración, tiene el atractivo de ir tejiendo nuevas visiones de sus personajes, haciendo que la trama se mantenga interesante de principio a fin.
Por momentos dichas conversaciones cobran un protagonismo absoluto, como las que solemos presenciar en el cine de Hong Sang-soo, dando lugar a encuentros y desencuentros y desembocando en más charlas del mismo carácter. Lo interesante radica en la universalidad de los temas tratados más allá de algún que otro caso particular de la idiosincrasia turca. Ceylan demuestra tener buen ojo y un profundo entendimiento de la condición humana.
Los personajes se encuentran continuamente involucrando en cosas que tendrán repercusiones en sus familiares y/o allegados, haciendo que confluyan las distintas miradas, en especial la de los lugareños en contraposición con la de Sinan (Aydın Doğu Demirkol), que tiene otra lectura en principio más fresca aunque llena de condescendencia para con su lugar de origen.
Con un trabajo privilegiado a nivel guion y un destacado abanico de actuaciones, “The Wild Pear Tree” nos ofrece un drama sensible sobre las relaciones y los conflictos familiares, al igual que un retrato acertado del retorno al hogar. Pese a su larga duración, el relato no desentona en ningún momento y se presenta como una propuesta atractiva para cualquier cinéfilo.