¿Secuela o remake disfrazada?
Un clásico del terror japonés (Ringu, 1998) vuelve con una nueva entrega por pedido de nadie. Al parecer la falta de ideas no es patrimonio exclusivo de Hollywood. Para el caso el J- Horror se la juega por hacer cumplir un viejo refrán: más vale malo conocido que bueno por conocer.
En estas franquicias hay dos caminos: o mueren para quedar en el recuerdo como películas aterradoras o viven lo suficiente para volverse un chiste.
Bueno, Ringu o The Ring -así se la conoció por estos lares- tuvo su correspondiente adaptación en Hollywood, la muy lograda La llamada (2002), que nos presentaba la siguiente premisa: un VHS sobre una joven misteriosa de pelo largo que salía de un aljibe. Quien lo viera recibiría una llamada tras la cual empezaría una cuenta regresiva hasta perder la vida, indefectiblemente siete días después.
Una premisa que funcionó bien por ser la novedad, pero con el correr del tiempo fue modernizándose, de los VHS a los DVD’s hasta llegar a las redes sociales, que es donde nos sitúa esta nueva entrega.
Pero ¿es más de lo mismo? Y… digamos que sí, aunque agrega dos nuevos elementos a la mitología: por un lado, las redes sociales que cumplen un rol fundamental en la trama y por el otro, que todo (al igual que los tiempos actuales) corre más rápido, siendo que la semana que uno tiene para luchar por su vida ahora se reduce a 24 horas.
¿Por qué los cambios y cómo podría morir? Son las preguntas que se van respondiendo con el correr de la trama en 100 minutos. Algo que agradezco en el género donde se cuenta lo justo y necesario.
Ahora, ¿es necesario ver las tres entregas previas antes de adentrarnos en El Aro 4? Nunca está de más como para evaluar cómo evolucionó todo, pero no es algo realmente indispensable ya que, con una premisa bien fresca, esta historia tranquilamente podría sacar el sufijo numérico del título y actuar como una película independiente. Pero bueno, el poder del marketing es así.
En definitiva, El Aro 4 es una película pasable que vi con muy bajas expectativas esperando ver más de lo mismo para, en cierta forma, superarlas holgadamente.