Melenas deshilachadas
Para quienes ya no lo recuerdan o no habían nacido, a comienzos del Siglo XXI vivimos una explosión de J-Horror.
Quizás cansados de ver una y otra vez el mismo estilo de película de terror de Hollywood, comenzamos a prestarle atención a un puñado de películas provenientes de Asia. Repetían ciertos parámetros comunes, pero trayendo un aire fresco y sugestivo de la mano de un mayor misticismo y una cultura que no es la occidental. Hasta tuvieron su “propio personaje de referencia”, fantasmas de mujeres jóvenes delgadas, de grandes ojos tapados por una extensa y lacia cabellera morocha, que se arrastraban como arañas enfundadas en túnicas blancas… también estaba la variante de niños con corte de pelo taza.
Si bien este estilo es antológico en Oriente, la moda llegó a Occidente de la mano de Ringu, un hito del terror japonés de 1998, basada en una serie de novelas de Koji Suzuki acerca de unos VHS que al reproducirse maldecían al espectador, quien moriría exactamente siete días después.
Ringu se convirtió en culto de inmediato, y se popularizó en todo el mundo cuando en 2002 Hollywood la adaptó con el mega éxito de La llamada.
Claro, no sería raro que no conozcan Ringu, porque de hecho en nuestro país nunca tuvo estreno comercial (solo estuvo una semana en una sala no oficial, post estreno de La llamada, ya habiéndose editado en video y emitido por TV Cable hasta la tercera entrega). No solo eso, Ringu es una saga de siete películas (u ocho si se tiene en cuenta que hay dos versiones de la primera secuela), y también hay adaptaciones para otros territorios de Oriente como China, Tailandia y Hong Kong. Pero nada de todo eso se conoció en las salas locales, hasta ahora.
¿Qué es lo que motiva el estreno de El aro: Capítulo final? ¿Será que acaso devuelve la saga a su mejor forma y vale la pena celebrarla? No, más bien todo lo contrario.
¿Por qué tan seria?
Japón tiene la costumbre de estrenar decenas de secuelas y spin-offs de sus sagas exitosas, sean del género que sean, al punto de que ya no quede (casi) nada de la esencia original. Piensen en el cine de artes marciales o en los Kaijus como Godzilla. El J-Horror, como vemos, no fue la excepción, y entre otras sagas como Ju-On, a Ringu la explotaron a más no poder, llevando su argumento original hacia zonas cada vez más incongruentes, cambiando los orígenes, y hasta variando el estilo desde lo más solemne a lo más camp.
En este sentido, El aro: Capítulo final parecía traer algo de esperanza a los fans originales. Regresa al sillón de director Hideo Nakata, director de las primeras tres partes (las mejores), y por lo que se veía en los avances el tono se alejaba de ese “clase Z” divertido deliberado de la anterior Sadako vs Kayako, para volver a la vena dramática del terror.
Promesas, solo promesas. Sí, El aro: Capítulo final es más seria que las últimas entregas, pero también es (por mucho) la peor y más descabellada de las siete, confirmando que de ese supuesto maestro del terror que se perfilaba no queda más que humo.
Supuestamente basada en Tide(Marea) la última novela de la saga de Suzuki, El aro: Capítulo finalconfunde el crear clima sugestivo con aburrir. En sus escasos 99 minutos jamás la imprime ritmo ni interés al asunto.
Para rematar, en un intento por hacer un borrón y cuenta nueva, un reboot para las nuevas generaciones que también atraiga a los clásicos e inicie todo de nuevo (sí, eso del local “capítulo final” mejor tómenlo con muchas pinzas), su argumento es confuso, remanido y mayormente inentendible. Es un extraño reboot exigiendo para entender todo lo que pasa, más o menos haber visto no la película original, sino las seis siguientes. Hay cosas que la asocian directamente.
Dicho esto, dato para entendidos, El aro: Capítulo final toma el arco narrativo que se inició en la cuarta y quinta entrega (Sadako 3D y Sadako 3D 2), que ya reiniciaba todo; y no continúa la sexta, de la que solo toma un dato que también es relevante. Además hace referencia a los hechos de Ringu 2 (obvio que de Ringu 1) y de su primera secuela alternativa Rasen. Una ensalada un poco indigesta.
Personajes chatos, pocas escenas de terror, mucho relleno de algo que podría usarse acá para una campaña de “salvemos las dos vidas”. Para colmo, lo que todos queremos ver cuando miramos algo de Ringu (casi) no está.
YouTube killed the video star
Es como si no supiese muy bien qué quiere contar. Todo empieza con una anciana posada en una cueva sobre un acantilado relatando una leyenda. Ahí se nos adelanta algo de una niña que sufrió el maltrato de su madre, quien la termina abandonando a su muerte en ese lugar. Esa nena es una Sadako, ¿pero es “Sadako”?
De inmediato pasamos al presente en donde la asistente social hospitalaria Mayu Akikawa (Elaiza Ikeda) atiende a una mujer algo extraña, muy efusiva; y también debe analizar el caso de una niña que llegó al hospital en grave estado y con amnesia, desconociéndose su origen.
Nada de todo esto alarmará a Mayu, que tiene preocupaciones más grandes como saber qué le pasó a su hermano Kazuma (Hiroya Shimizu), un youtuber muy estúpido que suma fans realizando distintos desafíos. El último de esos desafíos fue adentrarse en una residencia supuestamente maldita; a los días de ocurrido esto, el joven desapareció luego de una serie de conductas erráticas.
Mayu comienza a investigar. Cada vez se le suman más sucesos inexplicables y sobrenaturales, a medida que desentraña una historia que tratará de unir los mil cabos sueltos que se plantearon desde el inicio (spoiler, no lo logra).
Las explicaciones llegan de un modo tan traído de los pelos, tan falto de lógica mínima y en un tono tan irresoluto, que suma confusión. Al final, saldremos con más dudas de qué fue lo que pasó de las que teníamos al inicio.
Llamativamente, este traspaso del VHS al mundo de internet y YouTube (u otra plataforma de streaming similar), era un recurso que también se utilizó en la tercera entrega de La llamada. Aún con los muchísimos problemas que tenía esa película, con lo olvidable que es, mínimamente guardaba algo de coherencia y le sacaba provecho a la masividad de estas plataformas en contraste con una sola copia de VHS.
El aro: Capítulo final ni siquiera tiene ese ingenio. El arco argumental del video es prácticamente inexistente e irrelevante, y el modo en que aparece casi que no deja lugar a que la maldición pueda ser adquirida por cualquiera. El video aparece “porque sí”, como las publicidades de YouTube, y no genera todo el rito de introducir el cassette, darle play y caer preso de una muerte a futuro próximo. Si queríamos un argumento de por qué el formato analógico es mejor que lo digital, acá tenemos uno sólido.
Muy mal actuada (el que hace de hermano es un caso serio), con problemas graves de montaje y encuadre, más escenas y diálogos irritantes. Carece del clima y la atmósfera propias del terror. Es una historia con muchísimas vueltas que la hacen inentendible e insoportable. El aro: Capítulo final es un gran, enorme ¿para qué?