Hegemonía y cámara lenta
Se podría afirmar que el wuxia, al contrario por ejemplo del western, continúa teniendo una suerte de sobrevida importante en función de una producción “clase B” que no cesa a pesar de los límites cada vez más estrechos del mercado cinematográfico contemporáneo. En el terreno de los géneros prototípicos de las décadas pasadas, el combo de las artes marciales se niega a dar sus últimos coletazos principalmente gracias a su corta edad y a un público fiel y estable, rasgos que en el caso del western se hacen más volátiles a raíz de su mayor antigüedad y su dialéctica vinculada a los “exponentes aislados” (recordemos que el Lejano Oeste nace con el cine y en gran medida está emparentado con una matriz de representación que poco tiene que ver con el culto al artificio y el derroche bombástico de nuestros días).
Ahora bien, resulta insólito que Wong Kar Wai haya decidido sumergirse en el universo de las acrobacias y los gritos exasperados, por lo menos éste Wong Kar Wai que viene de completar una trilogía muy celebrada compuesta por las interesantes Felices Juntos (Happy Together, 1997), Con Ánimo de Amar (In the Mood for Love, 2000) y 2046 (2004). Ya lejos de los inicios de su carrera, un período un poco más amigable para con los opus de género, debemos aclarar que el hongkonés ha sido un realizador un tanto sobrevaluado, un esteta al que se le ocurrió un único artilugio formal, el cual destiló con el tiempo y eventualmente utilizó en cada uno de sus films. Hablamos de una cámara lenta de inclinaciones poéticas que le rindió sus frutos en el campo de los dramas románticos de fotografía preciosista.
El problema de Wong es doble al momento de encarar un proyecto como El Arte de la Guerra (The Grandmaster, 2013), una biopic muy libre acerca de la vida de Ip Man, ya que no sólo arrastra un innegable cansancio esencial, puesto en evidencia en la mediocre My Blueberry Nights (2007), sino que además hay que tener en cuenta el “impedimento del ego”, un obstáculo que le impide renunciar al intento de trasladar sus marcas registradas estilísticas al wuxia. Lamentablemente nos topamos con una propuesta de unos 130 minutos interminables, tan inconexa y delirante como bella y etérea. Con una introducción focalizada en el personaje histórico, uno de los principales difusores del kung fu alrededor del globo, pronto la película comienza a perderse en una catarata de detalles irrelevantes.
Desde ya que el director vuelve a descollar en el apartado visual aunque en algunas escenas termina aburriendo con su dispositivo retórico, ese comodín del otrora lirismo, hoy batallas circunstanciales. A medida de que la estructura narrativa se va deshilachando en venganzas simplonas dentro del andamiaje hegemónico de las artes marciales, no se comprende el peso específico de las caprichosas vueltas de tuerca del relato. Tony Leung Chiu Wai y Ziyi Zhang cumplen en sus respectivos roles (Ip Man y su amor imposible, Gong Er), pero tampoco hacen milagros. El Arte de la Guerra es una obra que no puede dejar de mirarse el ombligo para ofrecer un basamento que la sustente más allá de las secuencias de acción. únicamente en los últimos 15 minutos Wong se siente cómodo y alcanza su objetivo…