El maestro de la imagen
Dice la leyenda, o los críticos de cine de de gran trayectoria, que Wong Kar-wai concibió este proyecto en nuestras tierras allá por la época en que se hallaba rodando Happy Together; y vio en un puesto de revistas, una que ostentaba el rosto de Bruce Lee en su portada. A partir de eso se preguntó por ese personaje, ya fallecido que aún seguía vigente en diversos lugares del planeta.
Su nueva producción se centra en la figura de Ip Man (Tony Leung, actor fetiche del director que ya ha brillado junto a el en Con Ánimo de Amar) un maestro del kung fu que unificó dos vertientes distintas de las artes marciales y más tarde alcanzó fama mundial por haber sido el maestro de Bruce Lee en sus primeros años. Con este puntapié inicial, y luego de una década y media, WKW nos trae El Arte de la Guerra (Yi dai zong shi), título que en un primer momento consideré desacertado pero que luego de ver el film, comprendí y acepté como incluso más preciso que The Grandmaster, ya que El arte de la guerra está lejos de presentarnos como único protagonista a Ip Man. De hecho los mejores momentos de la película tienen como guerrera protagónica a Gong Er (la inmensamente bella y talentosa Ziyi Zhang a quien ya vimos en El tigre y el dragón), quien debe combatir para recuperar el honor y legado familiar.
Con la meticulocidad obsesiva que lo caracteriza y que lo acerca aún más a las artes marciales, WKW nos da como resultado un film visualmente perfecto, sin embargo, el sentido global de la historia y la narrativa van perdiendo fuerza con el correr de los minutos. Llega un punto donde a nosotros como espectadores hacemos tanto foco en las escenas de batalla y guerra por su belleza visual, los planos detalles que quedarán en nuestras retinas aún mucho después de concluir el film, o su ya conocido recurso de ralentización de cámara; que la historia queda totalmente en segundo plano.
Tal vez un motivo de esta inconsistencia tenga que ver con la supresión de escenas, personajes que no terminar de encuadrarse, confusiones históricas, o ambientación musical que justamente “hace ruido” en ese escenario espacio temporal particular en el que no nos terminamos de mover a gusto, como si hacíamos en In The Mood for Love donde esta fragmentación acompañaba y enaltecía aún más la belleza del relato, hecho que ocurría tal vez en aquella ocasión por centrarse en menos personajes.
Sin embargo, la dupla director-actor fetiche brillan en esta película inmensamente más visual que narrativa donde El arte de la guerra se presenta como una verdadera celebración de arte visual, marcial, y coreográfico además de una reflexión sobre el amor y las pérdidas a las que nuestro querido director nos tiene acostumbrados.