SOS.
El Ártico es una película dirigida y guionada por Joe Penna, que se inscribe en el drama de supervivencia cuya locación es el entorno montañoso y glacial de Islandia. Mads Mikkelsen es el actor elegido como protagonista de la historia, quien realmente se luce en su papel de ingenioso y obstinado sobreviviente.
Con las primeras escenas, podemos suponer que el personaje es piloto, que su avión cayó y está en ese lugar hace varios días. Sus habilidades, obligadas de profesión, hacen que desarrolle desde una rutina de envío de señales de rescate hasta un sistema de pesca, todo ello ordenado por el sonido de su reloj para, entre otras cosas, no perder la cabeza en la espera de socorro.
La película parece terminar a los diez minutos de su comienzo con un helicóptero de rescate, que en plena tempestad, recibe los códigos que emite el dispositivo armado y ubicado estratégicamente por el protagonista. Pero no será así. Este giro hará que Mikkelsen agregue características de cuidado más que de heroísmo a su perfil y, principalmente, incorporará el móvil que da comienzo a la verdadera odisea. La decisión de ir hasta un refugio cruzando una cadena montañosa o permanecer en el interior del avión caído dependerá sólo de él, pero ya no sólo su vida estará a merced de tal determinación.
Este film transcurre prácticamente sin diálogo, y los sonidos del viento brutal, los golpes en la nieve, las tormentas heladas que sobredimensionan el silencio en el que subsiste el personaje se convierten en elementos centrales. Impactante como hostil, las grandes tomas del paisaje blanco logran el efecto desesperante del género, pero la narrativa no deja de ser un poco aburrida.
Esas pocas palabras que escuchamos —casi siempre dichas por el protagonista para sí mismo, a veces como una plegaria, otras para recordarse la voz— lo mantienen en pie a duras penas en tanto avanza la travesía. Los subtítulos traducen “it will be ok” como “no pasa nada” (parece un fallido del traductor) cuando, ciertamente, suceden cosas que el personaje no niega sino que enfrenta con un “todo va a estar bien”. No es mero optimismo, es un empuje subjetivo frente a lo imposible en ese contexto adverso y en las condiciones de su cuerpo.
Lo que sí es seguro, es que no ocurre nada sorprendente, ni el sobreviviente se transforma en un Robinson bromista de su desgracia y mala suerte. Mikkelsen sí se ríe, pero con un dejo de fatal ironía frente a lo accidental, lo impredecible: es la vida de nuestra especie intentando poner orden, domesticar y dar cobijo frente a la vida de la naturaleza salvaje, imponente e indiferente.