Olavi Launio (Heikki Nousiainen), un veterano galerista, acude a una subasta de arte en Helsinki, donde descubre una pintura sin firma, pero que él intuye a partir de cierta documentación que podría ser del maestro ruso Ilya Repin y tener por lo tanto un valor muy superior al que se pide. Luego de una larga puja con un comprador ruso, se queda con el cuadro, aunque lo concreto es que no tiene los 10.000 euros que ha ofertado. Tendrá entonces pocas horas para conseguir -como sea, de donde fuere- esa suma. Quien también parece entusiasmarse con la operación y con la obra es su nieto Otto (Amos Brotherus), un joven a quien no ha visto en mucho tiempo. De hecho, el protagonista -arisco, huraño, altanero, gruñón- nunca ha sido muy afecto a la vida familiar y eso ha generado una distancia muy grande de su hija Lea (Pirjo Lonka), quien ha criado sola a Otto en medio de múltiples dificultades y acumula un fuerte resentimiento hacia su padre.
La película -algo subrayada y afectada por momentos por un sentimentalismo poco frecuente en el cine finlandés- pendula entre el drama familiar y una suerte de thriller ambientado en el despiadado negocio del arte, donde las trampas, confabulaciones y traiciones están a la orden del día.
Este film agridulce, narrado con solvencia en su clasicismo old-fashioned y sostenido por buenas actuaciones, recorre caminos bastante previsibles a la hora de trabajar cuestiones como la culpa, la reconciliación y la redención en medio de fuertes diferencias generacionales, aunque tiene algunos momentos de cierta intensidad psicológica y emocional que la convierten en una propuesta atendible.