Este film finlandés es una mirada sobre el ocaso de una vida que encierra la desesperada búsqueda solapada de sentirse útil antes de partir.
Olavi, es un solitario veterano negociador de arte que ha sido superado por la industrialización de la actividad, pero no quiere retirarse del oficio sin antes hacer un último trato que lo saque de sus deudas. Mientras recorre subastas en busca de la pieza que lo salvará, se deja vislumbrar en el film una subtrama familiar desatada por Otto, su nieto al cual no ve hace años. Luego de varias idas y vueltas, y después de que Olavi se obsesiona con una pintura que descubre en una subasta, juntos llevaran la historia hacia adelante mientras investigan sobre el retrato del artista desconocido. Esta misión de descubrir el misterio retroalimenta los lazos familiares sin caer en excesos de sensiblerías y haciendo un gran uso del humor generacional entre los personajes en su justa medida.
El director realiza puestas de cámara que denotan claras ideas visuales y sonoras conceptuales: (atención spoiler) como la escena del ascensor donde el protagonista va descendiendo como entrando a una gran frustración luego de no haber podido vender el cuadro, donde el plano presenta para ello una gran durabilidad temporal; o la silla que gira y gira vacía hasta que se detiene y no hace falta decir nada más; o los constantes sonidos y viajes en tranvía que van apareciendo durante la película, los cuales van marcándole el pulso del tiempo que se agota, pues el personaje es consciente de que le quedan más ayeres que mañanas; entre otras.
Lo único que quizás podría señalar como no atinado, es que la historia pareciera que tiene dos finales. Es decir, hay dos resoluciones trabajadas por separado llegando al final del relato y al estar una tan seguida de la otra en la trama, compiten entre ellas y pierden la fuerza emotiva que se merecen. Es una lástima, ya que la película está trabajada cuidando cada detalle de forma tan sutil, y se ve que han trabajado la sensibilidad del film casi como emulando el cuidado que tiene el protagonista por su arte, que se nota que tanto el director como la guionista eran completamente capaces de encontrarle un solo final que unificara a ambas resoluciones.
El artista anónimo es un drama donde Heikki Nousiainen (Olavi) no sólo sostiene la historia con su increíble mirada sino que se lleva todas los laureles en su interpretación.