"CUANDO VALE LA PENA PAGAR UNA ENTRADA AL CINE"
El arte de la cinematografía alcanzó su plena madurez antes de la aparición de las películas con sonido, a finales de los años 20. Dado que el cine mudo no podía servirse de audio sincronizado con la imagen para presentar los diálogos, se añadían cuadros de texto para aclarar la situación a la audiencia o para mostrar conversaciones importantes en donde se le daba una narrativa real del dialogo.
Así, tal cual, es el filme “El artista”, un filme mudo ¡de 2011!, en blanco y negro, con cuadros de texto intercalados entre las imágenes, y la clásica proporción de pantalla 4:3, característica de esa época.
Las proyecciones de películas mudas normalmente no transcurrían en completo silencio: solían estar acompañadas por música en directo, cosa que, naturalmente, no sucede en la proyección del filme reseñado (aunque no hubiese sido una mala idea, ¿verdad?).
Michel Hazanavicius se lanzó a la heroica aventura de dirigir esta bella obra que resulta un evidente homenaje a ese arte que crecía día a día en el año 1927, en el que se desarrolla el comienzo de “The artist”.
A pesar de no ser una historia muy original (y, tal vez, también emulando el tipo de historias que el cine norteamericano contaba en esa época), el guión se centra en la decadencia de una estrella del cine mudo, George Valentin, con el arribo del sonido en las películas, y en el triunfo de Peppy Miller, una aspirante a actriz, que se convierte en estrella fulgurante. La magnífica pareja de actores que dan vida a estos roles son Jean Dujardin y Bérénice Bejo (argentina radicada en Francia), ambos excelentes en su difícil tarea de actuar sin decir una sola palabra, apelando a sus rostros y sus cuerpos para expresar sensaciones y sentimientos.
Superlativa es la ambientación de época, el vestuario, el maquillaje, los decorados, la banda sonora… Todo contribuye a llevar al espectador a disfrutar honestamente de una historia que incluye sutilmente referencias y homenajes al cine de aquellos años, mostrando el detrás de escena de la industria cinematográfica de hace casi 100 años.
John Goodman, Penelope Ann Miller, James Cromwell, Missy Pile y hasta Malcom McDowell en un breve cameo se lucen para brindar papeles secundarios queribles. Y oración aparte merece el perrito adorable que se convierte en héroe de la película en una secuencia crucial de enorme suspenso y acción.
Hazanavicius se permite homenajear también a otro grande del cine como Orson Welles, emulando una famosa secuencia de “El ciudadano”, desplegando su maestría para manejar la síntesis, describiendo el deterioro del matrimonio de George Valentin en pocos minutos, mostrando sucesivos desayunos junto a su esposa, donde el maquillaje, la música y la actuación cada vez más cortante contribuyen a ello.
Frente a tantos amantes del cine que hoy se conforman con ver una película recién bajada de la Red en la pantalla de su computadora, entrar a la sala de cine a ver “The artist” es una experiencia irrepetible y casi única, porque nos pone (casi) a la misma altura del espectador de hace un siglo atrás, que disfrutaba colectivamente, y más inocentemente, del espectáculo que significaba ir a ver una película. Eso vale el precio de una entrada, y mucho más…