La favorita de los Oscars
La aparente gran sorpresa del cine del último año llega a las salas de Argentina, a pocos días de la entrega de premios Oscar que, según todo lo indica, terminará por legitimarla a fuerza de estatuillas doradas, refinamiento francés for export y cartones con inscripciones en homenaje al cine mudo.
El artista, título homónimo a la gran película que la dupla Mariano Cohn-Gastón Duprat estrenó en 2008, es un homenaje al cine mudo, un relato con unos pocos elementos históricos y mucha nostalgia bien practicada.
La historia es simple, directa: una historia de amor incompleta en el Hollywood de los años `20, entre un actor exitoso, George Valentin (Jean Dujardin) y una actriz primeriza (la francoargentina Bérénice Bejo). El atractivo del film es, precisamente, la utilización del recurso del mudo y el blanco y negro para contar esa época. El aspecto técnico es el gran mérito del largometraje, que cuenta con una fotografía de gran factura y una banda sonora a tono con la importancia que tiene a lo largo del relato.
The Artist es, quizá como ningún otro de los films que se han estrenado en el último tiempo, una producción para disfrutar alejado de cualquier tipo de exigencia cinéfila que vaya más allá del placer básico de contemplar un conjunto de buenos fotogramas y escenas queribles. Porque sus personajes excluyentes, la pareja en cuestión (además del perrito del macho protagonista) se hacen querer con unos pocos gestos y una indiscutible presencia ente cámara. En ese sentido, el trabajo de Jean Dujardin es subrayable, pleno de gestualidad (no de gesticulaciones) y matices propios del código del cine mudo.
Asimismo, la escena en la que el protagonista tiene un mal sueño a causa del ingreso del sonido a su vida profesional, es un hallazgo digno de aplauso, sin dudas el punto más alto de los 100 minutos de celuloide.
Méritos aparte, es insoslayable remarcar que todo lo que viene rodeando la carrera internacional de The Artist en cuanto a la acumulación desmedida de premios y elogios que ha cosechado, es nada más que un sonoro (valga la paradoja) llamado de atención a Hollywood. En épocas de 3D y pochocleras desaforadas, que las entidades que a través de los galardones legitiman la vida comercial de un film, no se cansen de premiar a una producción de bajo costo, francesa, muda y en blanco y negro, es una muy elocuente manera de decirle a la otrora meca del cine domiciliada en Los Angeles que está haciendo todo mal.