Un lenguaje de gestos
Cuando uno ve El Artista (The artist, 2011), enseguida le vienen a la mente clásicos como Cantando bajo la lluvia (Singing in the rain, 1952) o El ocaso de una vida (Sunset Boulevard, 1950), películas que retrataron el traspaso del cine mudo al sonoro. ¿En qué se diferencia entonces El Artista de aquellas películas? La respuesta salta a la vista (y al oído) porque la distinción es formal.
La historia nos trae a George Valentin (alusión a Rodolfo Valentino, interpretado por Jean Dujardin), una estrella del período mudo que se encuentra olvidado con la llegada del sonido. La película comienza en su época de esplendor, luego de un estreno donde permite a una fan (Bérénice Bejo) posar delante de los flashes. La chica cobrará relevancia y se convertirá en una de las nuevas caras de Hollywood del nuevo cine sonoro.
El Artista sigue el formato del cine mudo, también llamado silente: Pantalla cuadrada, nada de sonido -sólo alusiones al mismo-, cuadros con los diálogos y música extradiegética, y ése es su valor agregado. Hasta las actuaciones en un principio responden al cine mudo, siendo más efusivas y teatrales. Aunque luego el film desarrolle un drama formalmente más contemporáneo, en las actuaciones y los encuadres.
Pero si algo se destaca en El Artista es la relevancia de un lenguaje. Un lenguaje universal, el gestual, del que prácticamente no se necesita sonido para entenderlo, de allí que el perro tenga una actuación casi tan conmovedora como los demás personajes. Y a la vez un lenguaje en constante cambio, con sus consecuencias terribles para quienes no se adapten a sus nuevas reglas. Una búsqueda formal del lenguaje intrínsecamente cinematográfico.
La película de Michel Hazanavicius habla del lenguaje del cine, aquel que se edifica sobre la base de los gestos. Por tal motivo es un film mudo en su forma, por más que el contenido (las consecuencias de la llegada del sonido al cine) ya haya sido narrado en otras oportunidades. Gestos que son la base a la hora de trasmitir sensaciones en las películas.
De esta forma, valga la redundancia, El Artista conmueve y rinde homenaje al lenguaje cinematográfico desde la representación misma.