El eterno amor por el cine
Luego de ver esta coproducción entre Estados Unidos, Francia y Bélgica, se entiende por qué tuvo tanto reconocimiento a nivel internacional y está nominada a 10 premios Oscar de la Academia de Hollywood.
El film del francés Michel Hazanavicius (quien actualmente está preparando Les infidéles), de visión imprescindible para cualquiera que ame el cine, reencuentra al espectador con una época pasada, olvidada, una transición que llevó al séptimo arte a un vuelco trascendental.
Ambientada en el Hollywood de 1927, donde ya se percibía el nacimiento del "star system" y la pasión por el séptimo arte, la trama muestra a un actor arrogante, George Valentin (un espléndido Jean Dujardin), una verdadera estrella de cine que no se cansa de su narcisimo, posa frente a los flashes de la prensa y cumple con los pedidos de sus seguidores. Sin embargo, el arribo del cine sonoro hace tambalear su mundo de popularidad, fama y reconocimientos.
Como una suerte de rueda, la película plasma su caída y el rápido ascenso de Peppy Miller (Berénice Béjo), una actriz que comenzó su carrera como extra al lado del galán y que va ganando terreno en un medio altamente competitivo.
Sus mundos se cruzan en este relato mudo que hace gala de su magnífico blanco y negro, y atraviesa con creatividad los cambios que tuvo el cine (la escena en la que el protagonista comienza a escuchar sonidos) pero no deja nunca de contar una historia de amor, con momentos de acción y con la presencia de grandes actores en roles secundarios.
En ese sentido, desfilan por la pantalla un director exigente (John Goodman), un chofer que no deja detalle librado al azar (el rostro impenetrable de James Cromwell, el mismo de Babe); la esposa de Valentin, encarnada por Penelope Ann Miller, y un extra que aguarda su turno, nada menos que Malcolm Mc Dowell, el inolvidable actor de La naranja mecánica.
Todo resucita como por arte de magia en El Artista: la orquesta que toca en vivo y acompaña las imágenes en la gran pantalla; los movimientos de los grandes estudios; un perro que casi roba protagonismo a Valentin (y le salva su vida), y las sombras de un éxito que se fue.
A través de música que resalta los momentos claves, efectos de sonidos limitados y muy bien seleccionados y una ausencia total de diálogo (a excepción de una escena final), la película también evoca con emoción la llegada de los musicales y deja, en primer plano, el eterno amor por el cine.