El cine nuestro de cada día
“El artista” es una película concebida con espíritu de homenaje. Es una mirada nostálgica hacia los inicios de una industria-entretenimiento, allá por las primeras décadas del siglo XX, en el epicentro de la imagen en movimiento: Los Ángeles-Hollywood.
La propuesta de Michel Hazanavicius es un juego de cine dentro del cine, en un guión que se va encastrando como cajas chinas, con una historia de la cual surge otra, pero siempre dentro de lo que es ficción pura.
El protagonista, George Valentin, es un galán del cine mudo de los años ‘20, exitoso. Sus películas rompen las taquillas, una multitud lo asedia cada vez que aparece en público y los reporteros gráficos se pelean por obtener una “exclusiva” que impacte en las ventas de su periódico.
En uno de esos entreveros, George conoce a una joven, que, un poco por azar y otro poco por audacia, consigue sortear la barrera policial de contención y logra acercarse a la estrella, justo cuando estaba posando para los fotógrafos en las puertas de un hotel. Peppy Miller es una muchacha encantadora, fresca, simpática, y capta la atención del artista que se deja besar y fotografiar con ella. Este gesto le abrirá las puertas a la joven para comenzar lo que sería una rápida y ascendente carrera cinematográfica.
La película está filmada en blanco y negro, con una impecable reconstrucción de época, para la cual no se han ahorrado recursos, desde los ambientes, el vestuario, los automóviles, la música de fondo... en fin, una recreación casi perfecta del Hollywood de aquellos tiempos, hasta el mínimo detalle.
El juego que presenta Hazanavicius es contar a través de un film mudo, precisamente la transición entre esa forma de filmar y el surgimiento del cine sonoro, desde las entrañas mismas de la industria. Porque la historia comienza cuando George está en pleno apogeo de su carrera y Peppy apenas comienza, pero pronto su mentor empezará a declinar (por no poder adaptarse a los nuevos retos de la profesión) y en cambio, la joven actriz asciende vertiginosamente de la mano de los flamantes recursos que unen imagen y sonido.
“El artista” imbrica una historia dentro de otra, ya que además de concentrar en pocos minutos ese período de cambio, lo hace a través de lo que es también una historia de amor. A pesar de que sus vidas tomarán rumbos diferentes, Peppy nunca olvidará a George, y cuando éste ya no tenga qué vender para hacer frente a sus gastos, sin trabajo y sin poder adaptarse a los nuevos tiempos, allí aparecerá ella para rescatarlo.
Triunfa el amor
La narración, sencilla, apela a los trucos típicos de la época para amenizar el espectáculo, desde un perro amaestrado hasta bailes y gags exagerados. También desfilarán personajes típicos, como el fiel chofer del artista, la esposa que no soporta la crisis y se va, el productor implacable que defiende su negocio caiga quien caiga, el público que corre detrás del éxito y olvida pronto a los perdedores... pero, a pesar de todos los conflictos y sinsabores, el amor logrará triunfar.
Con aire ingenuo pero rigor formal, aun cuando no pueda evitar tomarse algunas licencias, pareciera que “El artista” intenta ser una metáfora del mundo del cine válida para todos los tiempos, invitando a la reflexión sobre sus orígenes, en un tiempo en que la acción y los trucos tecnológicos parecen haber llegado a un paroxismo casi deshumanizante.