Conflicto interno
Hay una diferencia entre El ataque (White House Down, 2013) y las películas de acción de resurrección patriótica de reciente estreno (Ataque a la Casa Blanca o Amenaza Roja). La respuesta está en su director: Roland Emmerich. Si, el tipo que hizo Día de la independencia (Independece Day, 1996), El día después de mañana (The Day After Tomorrow, 2004) y 2012 (2009), siempre mantuvo en sus films un sentimiento patriótico yankie tan ridículo que jamás podría tomarse en serio.
El centro de sus relatos está en las relaciones entre los personajes y los valores del buen ciudadano americano. Y todo tomado desde la construcción fantástica/simbólica de la historia (por eso siempre son grandes monumentos americanos los derribados en sus films). Emmerich jamás recurre al realismo ni trata de dar un discurso serio. Cuestión que hace posible la existencia de chistes a lo Arma Mortal (Letal Weapon, 1987) en el medio de una situación de peligro como la que aquí se desarrolla.
El presidente de los Estados Unidos (Jamie Foxx) acaba de retirar sus tropas de Medio Oriente en busca de la paz mundial. Pero no todo el universo norteamericano está de acuerdo con él y su idea demócrata de gobierno. Y así como si la oposición fuera homogénea, se juntan entre indignados, miembros de la industria armamentista, padres dolidos por la muerte de sus hijos en combate, y republicanos, para dar un golpe de estado tamizado de robo a la reserva federal con forma de ataque terrorista.
Por otra parte, la subtrama menos politizada y más clásica: un ex marine (Channing Tatum) que quiere acceder al servicio secreto y lleva a su hija pre adolescente –con quien no tiene una buena relación- a La Casa Blanca. Dato no menor: la niña es más patriótica que Lincoln, y necesita que su padre vuelva a ser un héroe para ella. ¿Adivinen que pasa?
Uno de los tipos que se cuestiona su actitud patriótica es el jefe del Servicio Secreto (James Woods) que se torna villano producto de una venganza personal, y junto a un grupo de mercenarios –que unifica la oposición mencionada, algunos muy divertidos- invaden y toman las rindas del simbólico edificio.
Pero la gran diferencia entre esta y otras películas del estilo, decíamos es Roland Emmerich. El tipo sabe contar las historias. Utiliza la estructura de la “montaña rusa”: la historia va desarrollándose lentamente durante la primer parte, construyendo relaciones entre personajes, con los anhelos y conflictos de cada uno, para en la segunda ir acumulando situaciones cada vez con mayor intensidad. Para cuando la acción empieza a volverse inverosímil, ya queremos a los personajes y nos divertimos con ellos de manera tal que aceptamos que sobrevivan a cómo de lugar.
Como película de acción entretiene y tiene un par de escenas muy bien filmadas. El patriotismo yankie es tan ridículo que ni siquiera vale tomárselo en serio. O sino tratar de pensar las imágenes del terrorista que dispara al cuadro de George Washington, o la del presidente pacifista empuñando un cañón. Ante tales parodias debemos agradecer que, al menos esta vez, el mal sea interior.