El ataque es una película loca. Su director, el alemán Roland Emmerich, pasó de ser un director de bodrios apilados y caóticos en el siglo XX (su Godzilla de 1998 como máximo ejemplo, pero también Stargate) a ser el responsable (palabra poco indicada) de películas gigantes y amantes del disparate, aptas para ser disfrutadas como entretenimientos gigantescos y trepidantes, pero ya sin la confusión del bochinche y el ruido clase A de su cine anterior. El Emmerich siglo XXI, menos preocupado por hacer un cine "de efectos especiales", construyó una gran película con ellos y el fin del mundo, otra película loca: 2012. Era imposible tomarla en serio, y para eso bastaba con observar al estrafalario personaje de Woody Harrelson.
Es conveniente acercarse a El ataque con una actitud apta para presenciar un relato chiflado. Una película de 150 millones de dólares de costo, pero de espíritu clase B, o menos. Un guardaespaldas (policía del Capitolio) que estuvo en Afganistán y que está divorciado y que tiene una hija de once años. Con la hija tiene problemas de relación, por supuesto. Y la hija es fan -como se es fan de Justin Bieber- de la Casa Blanca y del presidente al estilo Obama interpretado por Jamie Foxx. Sí, fanática de esos temas. El guardaespaldas en cuestión es Channing Tatum, bonito y fortachón. Y quiere entrar en el Servicio Secreto, pero tiene una entrevista y una ex de la facultad que ahora es jefa allí (Maggie Gyllenhaal) no lo acepta. Pero nuestro héroe se queda con su hija a la visita guiada de la Casa Blanca, justo cuando unos tipos muy armados toman el lugar. La película se pone en llamas, literal y metafóricamente hablando: tiros, tiros y tiros (con un verosímil balístico muy bajo), hackeos, intrigas de "alta política" con un nivel de complejidad digno de un póster adolescente. Es tan bestial y tan simplona la trama de intereses y de intenciones que cualquier proyecto de tomarla en serio choca con planos de banderas, chistes toscos, arsenales nucleares a punto de reventar el planeta con claves anotadas en papelitos y un largo etcétera.
El ataque tiene toda la apariencia de una gran broma muy autoconsciente guionada por James Vanderbilt (el mismo de Zodíaco, es decir, son pocas las chances de que haya escrito esto desde la ingenuidad), con el agregado de actores extraordinarios en los papeles secundarios: la mencionada Gyllenhaal, más los enormes James Woods y Richard Jenkins. Y si la película no hace un aporte mayor al gran arte del disparate es principalmente porque las peleas cuerpo a cuerpo no son todo lo potentes e imaginativas que prometían y porque después de la secuencia de la persecución automovilística en los jardines de la Casa Blanca (digna del Coyote y del Correcaminos) ya nada llega a esas alturas. El ataque, finalmente, es una de esas películas sobre las que es más lógico preguntar si está buena antes que si es buena.