Años después de su polémica 2012, el director Roland Emmerich vuelve al ruedo cataclísmico con una película que lo encuentra en el medio de una controversia de temáticas similares. Olympus Has Fallen, de Antoine Fuqua, se produjo al mismo tiempo que la presente White House Down pero, por cuestiones de la vida, la primera llegó antes a los cines y la susodicha la alcanzó meses después, con la consiguiente baja en las taquillas dado que mucha gente no iba a repetir el mismo esquema dos veces. Admito acá que no vi todavía el film de Fuqua, pero difícilmente pueda superar al festival de estupidez patriota que promete Emmerich, una sucesión de clichés, explosiones e imágenes icónicas, fiel a su estilo de infante destructor.
Desde el mismo comienzo de la trama sabemos que estamos ante algo francamente imposible de que suceda en la vida real. Ni remotamente se puede tomar la Casa Blanca con una cantidad mínima de personal y, si se compra el boleto de atracción de feria que ofrecen Emmerich y el guión de James Vanderbilt -responsable de Zodiac, la pequeña joya de David Fincher-, el entretenimiento está asegurado. La clave para disfrutar de esta propuesta de acción es encontrarle la vuelta, tal como lo hizo el realizador. Roland decidió hacer un espectáculo relleno de fuegos artificiales y sacarle una sonrisa al espectador a base de perder el sentido común y la seriedad de anteriores experiencias catastróficas, como la antes mencionada 2012 y The Day After Tomorrow. Volviendo un poco a las raíces de lo que fue el éxito de Independence Day y agregándole un poco de la chispa de las Die Hard, el cóctel explosivo -aunque un poco extenso, una marca personal del alemán- no se toma nunca más en serio de lo que se debería.
Gracias a esto, la pareja que conforman el policía de Channing Tatum y el presidente americano de Jamie Foxx logran una química a base del ridículo y de sus situaciones improvisadas, arrojándose bromas el uno al otro, mientras que el resto del elenco flota entre el registro grave y los arranques de histeria colectiva, siempre en un tono ameno y agradable de ver. Tatum no será Bruce Willis, pero la fuerza y el carisma le están llegando poco a poco, mientras que Foxx sigue ganando más y más territorio, esta vez con un mandatario cool y progresista. Tengo que mencionar si o si el gran empuje que le están dando en Hollywood a esa pequeña actriz que es Joey King (The Dark Knight Rises, Oz the Great and Powerful, The Conjuring), que se está haciendo un nombre entre tantos gigantes y acá es la extravagante hija del personaje de Tatum, una adicta a la política que resulta más que convincente.
De haberse estrenado antes, White House Down hubiese generado un poco más de ruido en la taquilla mundial, pero al mostrar ideas parecidas pero con tonos diferentes -léase Mirror Mirror y Snow White and the Huntsman- es entendible el resultado. Aún así, Emmerich ha logrado nuevamente su cometido: destruir iconos americanos, diezmar civiles inocentes y, en el camino, entretener a su platea, algo más que suficiente para un servidor. Para verla y flamear una bandera enfrente de la Casa Blanca.