Tomando riesgos
Teddy Williams debuta en el largometraje con una ópera prima provocadora y audaz donde mantiene la línea narrativa y estética que venía mostrando en sus cortos (Pude ver un puma, El ruido de las estrellas me aturde y Que je tombe tout le temps?) pero apostando a más.
El auge del humano (2016) se divide en tres episodios filmados en tres países diferentes y conectados entre sí por elementos tecnológicos. En el primero vemos a Exe, un joven veinteañero que luego de ser despedido de su trabajo deambula con sus amigos por espacios que ni el mismo reconoce. Una Buenos Aires inundada, el depósito de un supermercado, los juegos de una plaza y una fosa que conduce a una habitación donde se ofrecen mostrarse desnudos y practicando sexo oral a internautas a cambio de dinero. Un video de Youtube de unos pibes en Mozambique haciendo lo mismo, y sobre el que Exe posa su mirada, será el nexo para conectar con el segundo tramo donde Alf, que vive una situación laboral igual, seguirá a Archie por una selva hasta que su mirada se posa sobre un hormiguero y una hormiga en particular que terminará en Filipinas con la historia de Canh y de nuevo la precaria situación laboral que enfrenta.
El cine de Teddy Williams es tan personal como perturbador. Su abordaje puede causar tanta fascinación como rechazo, aunque nunca indiferencia. Es radical pero no críptico y aborda situaciones realistas que a la vez son surrealistas. Filmado con cámara en mano, con luz natural y en su mayoría con planos secuencia, El auge del humano es una experiencia cinematográfica donde no hay que buscar una explicación a ninguna lógica temporal y espacial. Williams construye una historia a través de retazos y viñetas con tópicos como la precariedad laboral en la juventud, la dependencia por lo tecnológico y la ambigüedad sexual. Su búsqueda es tan personal que no hay nada que se le parezca, exceptuando su propio cine.
Luego de un primer capítulo de una potencia impresionante y donde uno como espectador abierto a nuevas formas no para de sorprenderse, la película pierde fuerza cuando se empieza a revrelar el dispositivo y la sorpresa es reemplazada por la previsibilidad. Aunque siempre habrá alguna escena memorable como la cámara entrando al hormiguero o la poesía visual de los chicos en el río de Filipinas.
El auge del humano es una propuesta artística que no pretende contar una historia lineal, que no busca ninguna lógica, ni que se entienda, sino todo lo contario. Hay que planteárselo como lo que es y a partir de ahí dejarse llevar.