Millennials del mundo, uníos.
Tres adolescentes en tres rincones del mundo, rodeados de su grupo de amigos que están más o menos en la misma: trabajos deprimentes que los explotan por monedas, adultos que apenas figuran y la necesidad de conectarse aunque el wi-fi nunca funcione.
A Exe (?) en Argentina lo echan del supermercado donde trabaja de repositor, pasando a dedicar su tiempo en recorrer plazas y casas en busca de algún amigo que le permita colgarse de su Internet. Lo consigue justo cuando la película parece que está tomando forma y descubrimos que es para contactarse con Alf, un chico mozambiqueño que pasa a ser centro del film en ese mismo instante.
Con la misma apatía que Exe, sigue a un amigo y pasan la noche en la savanna. Allí queda hipnotizado por un grupo de hormigas (visualmente, el momento más impactante de toda la película) que trasladan la acción a Filipinas, donde toma la posta Cahn, una joven que juega en la selva y nada en un estanque con sus amigos antes de salir a buscar un cybercafé que siga abierto en el pueblo.
Soy un poco anticuado, lo sé. Me gusta la cerveza fria, la tele fuerte y las películas con una historia, algo que intencionalmente El Auge del Humano no tiene. Con la excusa de escapar a las etiquetas y los convencionalismos, Teddy Williams nos deja 100 minutos de pura contemplación que el público debe interpretar como mejor le parezca.
Este miembro del público en particular, interpretó que mostrar la abulia de adolescentes derrotados por el presente y sin interés por el futuro tiene poco o nada de la vanguardia con que se da tantas ínfulas. En algunos casos, la falta de una historia interesante se compensa con una propuesta estética que estimule a los otros sentidos o genere climas que conecten emocionalmente con el público. Tampoco.
Que trabajen con no-actores puede resultar interesante, y aunque no tengan mucho para contar ni generar empatía, en general los chicos son bastante creíbles en sus papeles (quizás porque hacen de sí mismos). Hasta que todos los extras miran a cámara cuando pasan.
La oscuridad es un recurso que puede ser cautivante, hasta que deja la sospecha de que sólo existe para no usar iluminación extra y que en el fondo no tiene otra propuesta que esa. Lo mismo con el ya algo gastado “gesto de la cámara en mano”, que aunque suele interpretarse como la forma más barata de hacer las cosas, aquí en particular no es el caso, siendo que parece contrataron a Michael Fox para el rol.
Conclusión:
El Auge del Humano pretende ser arte de vanguardia. Para eso se dedica a seguir adolescentes con una cámara, sin contar una historia de ficción y mostrando una literalidad que de nueva no tiene nada. Si dentro de una década alguien se acuerda de que existe o prueba estar adelantada a su época, prometo retractarme de llamarla el capricho de un pibe con una cámara y ganas de conocer Mozambique y Filipinas.