Rebeldes y confundidos
No seria justo para el director Eduardo Willians someter a su película a la necesidad de encontrar una linealidad o hilo conductor porque desde el minuto uno la propuesta del realizador debutante en el largometraje supone una experiencia inmersiva.
Es la cámara la que se introduce e introduce valga la redundancia un punto de vista flotante, que sigue el derrotero de un grupo azaroso de jóvenes dispersos por el mundo, realidades en geografías o espacios distintos, pero que tienen como denominador común una búsqueda de algo mejor.
Así de ambiguo ese “algo mejor” para algunos jóvenes se traduce en dinero fácil y no como correlato directo de un trabajo mal pago, de un empleo que no requiere más que el sometimiento al automatismo o a la despersonalización.
Y así, con reflexiones mundanas de los propios jóvenes o situaciones en las que compartir chistes o tiempo ocioso con amigos frente a la pantalla de una computadora, posar en cámara web para que del otro lado paguen por ver, se nutre esta ópera prima que coquetea de manera permanente con lo experimental y que confía ciegamente en el poder hipnótico de sus imágenes.
Sin embargo, El auge del humano también permite la elaboración de distintas lecturas si se toma como punto de referencia la crisis existencial de estas personas en su tránsito hacia la adultez, el errático deambular por calles de Buenos Aires o espacios selváticos y totalmente a la intemperie, rebeldes y confundidos.