Un insecto de bajo vuelo
Surgido como un personaje del ámbito radial, el Avispón verde pasó a la televisión, en donde aumentó su popularidad. Finalmente llega a la pantalla grande de la mano del realizador francés Michel Gondry. El resultado es un film disfrutable, pero considerando los antecedentes de su realizador (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos; 2004 Soñando despierto; 2006), el saldo es un tanto decepcionante.
El hijo del poderoso dueño del diario El centinela acaba de quedar a cargo de su imperio. El padre ha muerto, picado por una abeja que le produjo una reacción alérgica mortal. Desde pequeño, sus actitudes irreverentes presagiaban una vida irresponsable y poco metódica. Frente a tamaña empresa, el niño-adulto acudirá al juego, la farsa, el divertimento de todo infante: envestirse de héroe y superar metas. El ABC del asunto. Y para ello, como si fuera un Quijote posmo, tiene a su “Sancho”, un joven que trabajaba para su padre llamado Kato (Jay Chou) del que ignoraba su existencia, pero que será fundamental para cumplir sus fantasías y, al mismo tiempo, “traerlo” al mundo real cuando sea necesario.
Algo de este film nos recuerda a Los viajes de Gulliver con Jack Black, haciendo las morisquetas y el papel que tan bien le sale. Ya se sabe: Hollywood tiende a ir hacia lo ya probado, aunque de tanto en tanto se permite algún gesto osado. Del mismo modo que la soporífera transposición del clásico de Jonathan Swift, El Avispón Verde (The Green Hornet, 2011) está al servicio de la comicidad de su protagonista, Seth Rogen, también co-escritor y co-productor. Pero lo que decepciona un poco es que contando con un director cuya imaginería visual es tan potente, el relato no haga honor a ello. Apenas algunas secuencias con un toque personal, y no mucho más.
¿Convierte lo antes dicho a El Avispón Verde en una mala película? Ciertamente no, porque el film “fluye”, algunas líneas de diálogo tienen chispa y el elenco secundario es efectivo. Pero por más bella que luzca Cameron Diaz o tan siniestro que parezca el villano de turno (el gran Christoph Waltz jugando a ser un mafioso de temer), sus personajes no dejan de ser puros cliché en un film que recurre a tópicos explorados (el personaje redimido, el bueno que al final era malo, la vuelca de tuerca final, etc.). Esa liviandad narrativa al mismo tiempo le da frescura a la película en los mejores pasajes, y previsibilidad en los otros (que abundan, claro).
Lo que resta es o imaginar aquello que pudo ser, o sentarse y disfrutar lo que hay. La película en su versión 3D no aporta grandes hallazgos visuales, pero atención: los créditos finales levantarán esa tímida sonrisa.