No es el Murciélago
Con años en el puesto, Carlos es conocido y respetado por ser uno de los pocos que se desvive genuinamente por encauzar a los jóvenes enviados a la institución donde trabaja, lugar al que llegan como alternativa a encerrarlos entre criminales mayores. Tanto se preocupa por esos chicos que desatiende a su pareja y a su madre enferma, pero también esa devoción lo ciega a algunas actividades cuestionables de parte de algunos compañeros de trabajo, quienes no comparten la misma opinión sobre los menores a su cargo pues los ven como irrecuperables.
Rodeado por varios flancos, Carlos busca la forma de balancear su vida personal con su profesión, y lógicamente los conflictos de uno terminan afectando también al otro en ambas direcciones. Según su director, El Azote está inspirada en eventos de la vida real de un trabajador social que trabajó durante años en El Alto Bariloche, un barrio escondido de la mirada del turismo y poblado por una juventud sin muchas posibilidades de hacerse un futuro, pasto fértil para que crezcan los problemas de alcohol, drogas y violencia.
Esas figuras negras
La historia de Carlos, el fragmento de su vida del que somos testigos, no es sencilla y sus conflictos son varios y diversos. Su principal preocupación es proteger a esos jóvenes que el Estado y el resto de la sociedad abandona, incluso sus familias. Pero una madre enferma, una pareja distante, y hasta algunos ribetes sobrenaturales, se combinan para hacerle difícil la existencia.
Aunque se le puede criticar alguna falta de contundencia en los últimos minutos, la narración de El Azote es sólida y con buen ritmo, entrelazando las distintas líneas para construir el cuadro completo sin desviarse mucho del eje. Todo esto mostrado con una estética naturalista, a la vez permitiéndose algunos juegos de luz y cámara que refuercen lo que se está contando.
El punto más cuestionable en este relato pasa por algunas actuaciones y, especialmente, por líneas de diálogo que suenan rígidas o poco verosímiles, dejando abierta la duda sobre si es un problema de guion o de interpretación. Contrariamente a lo que suele suceder, los más chicos se ven y escuchan más naturales que sus compañeros adultos, incluso reflejando los frecuentes y repentinos cambios de actitud clásicos de una adolescencia cargada de enojo y frustración.
Cuando a principios de siglo surgió una corriente de cine que exponía y denunciaba una vida diferente a la que suele llegar a la pantalla, muchas veces había algo que desentonaba; algo se sentía como visto desde demasiado lejos. Al mismo tiempo, cuando alguien parecía buscar una mirada más cercana, solía achacársele carencias artísticas que le restaban valor al producto final. Con casi una docena de largometrajes de aprendizaje, José Campusanoparece estar buscando el balance que le permita seguir exponiendo historias usualmente tapadas y con una fuerte carga política, pero contadas de forma atractiva e interesante para un público más amplio. El Azote es el capítulo más reciente de ese progreso.
Conclusión
Algo áspera y con los problemas habituales de elegir intérpretes más por su conexión con la historia que por su oficio, El Azotecuenta su trama de forma tan interesante que por momentos hace olvidar sus falencias.