Azotes, trompadas, cuchilladas, castigos varios, trampas, insultos, marginación: el turista que visita la parte linda de Bariloche ni se imagina lo que puede pasar en algunas zonas de la periferia. Bueno, acá lo vemos, a través de un asistente social enfrentado a sus superiores, sus compañeros (empleados públicos de lo peor), la policía y los propios menores a su cargo, chicos judicializados que sólo conocen un camino para transitar por la vida.
Ese pobre Cristo tiene las cosas claras, la piel dura y el carácter fuerte. Aun así, todo se le hace cuesta arriba. José Celestino Campusano creó ese personaje, y esta historia, tras largas charlas y caminatas con la gente del lugar, en especial con un asistente social que soportó hasta donde pudo. Como de costumbre, filmó con equipo básico, actores vocacionales y "no actores", bronca y verdad. El suyo no es un cine bien pulido. El mismo lo bautizó "Cine Bruto". No es refinado, no tiene un taller previo de actores como suele pedirse, y ciertos diálogos, ciertas frases admonitorias, curiosamente no parecen del todo naturales. Pero, puestos a considerar, la misma sensación se tiene ante unas cuantas páginas de Roberto Arlt, o del Grupo de Boedo, y eso no les resta mérito. Lo que muestra el autor en este caso, la contundencia con que lo muestra, la garra que le pone a su denuncia, eso es lo que importa.