Una fallida adaptación de la literatura al cine
El film está basado en una novela de Antonio Skármeta
La adaptación de una obra literaria al cine siempre es riesgosa y requiere de un exhaustivo trabajo de sus guionistas para utilizar exitosamente el mismo material, la misma historia pero en un contexto y medio completamente distinto. En el caso de El baile de la Victoria parecía que el riesgo era mínimo y las posibilidades de un traspaso exitoso bastante altas teniendo en cuenta que el director Fernando Trueba ( Belle epoque ) trabajó en la adaptación junto al autor del texto original, Antonio Skármeta. Además de contar con Ricardo Darín para intepretar uno de los personajes principales de la trama. Semejante equipo, sin embargo, no consiguió un film a la altura de sus trayectorias individuales.
La historia de un trío de marginales -el legendario ladrón de bancos Nicolás Vergara Grey (Darín), el novato soñador que dio el mal paso y terminó preso, Angel Santiago (Abel Ayala) y la muda bailarina e hija de desaparecidos Victoria Ponce (Miranda Bodenhofer)- transcurre lenta, pesada, por la densidad de un relato que explica demasiado. Como si no confiara en el poder de las imágenes o la interpretación de sus actores. Y ahí es dónde el experimentado Trueba da su verdadero paso en falso. Es que el elenco hace lo posible, sin demasiados aciertos, por atravesar tanto el costado policial del relato como los pasajes más cercanos al drama sentimental. Aunque hasta el más capacitado de los intérpretes tropezarían ante, por ejemplo, una escena en la que la bailarina - traumatizada por la violencia de la dictadura militar chilena-, es rechazada por un grupo de profesores que parecen sacados del peor telefilm hollywoodense.
La participación de Darín es apenas una sombra, casi una caricatura, de sus papeles en Nueve reinas o El aura ,dónde interpretaba a otros ladrones que decían mucho menos y transmitían mucho más.
Por momentos, en sus intercambios con el inocente Santiago -una creación extraordinaria de Ayala- aparece un atisbo de lo que el actor puede hacer, pero incluso su innegable talento queda encorsetado por un diálogo que no pudo desprenderse de su origen en la página escrita al pasar a la pantalla grande.