Bridget quiere ser mamá y le pide ayuda a dos papis
La saga de esta muchacha atolondrada, simpática, despistada, ingenua y perseverante, ha dado tela para cortara. Fue como se sabe un suceso periodístico antes de llegar al cine. Lleva la firma de Helen Fielding, que es aquí la co guionista. Y aunque jamás logró en la pantalla el respaldo popular que había obtenido el blog, logró al menos poner algo de novedad en los repetidos enfoques de una comedia costumbrista que transitaba por viejas recetas. Ahora vuelve. Tercera edición después de largo receso. Los sueños se han corrido porque el tiempo ha pasado. Bridget ya no sueña tanto con el amor sino con la maternidad. Renée Zelweger y Colin Firth encabezan. El tono es el mismo, entre ingenuo y atrevido. Y la historia seguirá suscitando más de una crítica encendida del feminismo, dolido por las andanzas de una representante que depende demasiado de los hombres y que sólo encuentra realización y destino junto a ellos.
Y aquí el esquema se repite, aunque esta vez lo de la maternidad (que sigue siendo un mandato, para horror del feminismo) lleva a que Bridget no dude a la hora de irse a la cama con algún desconocido. Y entonces –esto es lo nuevo- como queda embarazada y no sabe quién de los dos últimos amantes puede ser el padre, decide llevar adelante su embarazo y poner sobre aviso a esos señores, un par de hombres obedientes, buenos, atildados, que son tan respetuosos que entre ellos surge un afecto. Es un atajo argumental tan forzado que n los actores creen lo que están haciendo
Eso es todo lo que hay. Porque lo demás no tiene gracia. El diálogo es básico, las situaciones carecen de chispa, la Zellweger sigue apelando a sus mohines, Colin Firth luce más estirado que nunca, Dempsey es más una buena niñera que un amante. Y encima hay un par de situaciones que quieren ser jocosas(la caída en el barro; la secuencia del parto que vive ese trío imposible; lo del micrófono abierto en la TV) se alargan tanto que se malogran. ¿Habrá un cuarto capítulo con Bridget mamá?