Una Eva y dos Adanes
La saga de Bridget Jones recuperó la frescura de la primera parte. Feminista, pero con autoironía.
A quince años de El diario de Bridget Jones, y a doce de su secuela, Bridget Jones: Al borde de la razón, volvió la antiheroína favorita de las mujeres. Trae algunos cambios fisonómicos, pero el alma intacta: ahora es una ex gordita que perdió kilos, pero no la inseguridad ni la timidez. Y sigue debatiéndose entre dos amores: esta vez, con el detalle de que cualquiera de los dos podría ser el padre del bebé que ella está gestando.
Uno de los candidatos es un viejo conocido, Mark Darcy (Colin Firth), en una versión pasada por tintura (las viejas franquicias resucitadas suelen traer estos toques decadentes). Y el otro es una novedad: como Hugh Grant se bajó del proyecto con críticas al guión, hicieron que su personaje desapareciera en un accidente aéreo y lo reemplazaron por Patrick Dempsey (de Grey’s Anatomy), otro carilindo seductor, pero menos despiadado y más cariñoso.
Esta tercera parte recupera la esencia de la primera. Quizá se deba a que la directora vuelve a ser Sharon Maguire, que había pegado el faltazo en la segunda. La historia, como en las dos anteriores, está basada en un libro y las columnas periodísticas de esa referente de la chick lit llamada Helen Fielding, que coescribió el guión junto con la actriz Emma Thompson (además tiene un papel secundario) y Dan Mazer (socio de Sacha Baron Cohen en Bruno, Borat y Da Ali G Show). Ahora el conflicto está dirigido a las cuarentonas apuradas por el reloj biológico, con una trama bien actual: comedia romántica en los tiempos de Tinder y los óvulos congelados. Con la virtud de tener un mensaje feminista y, a la vez, reírse de ese mensaje tanto como de la crisis de banalidad que está atravesando el periodismo.
Renée Zellweger parece haber nacido para ser Bridget Jones: aun sin tanto cachete simpático, mantiene la frescura y la ingenuidad que hacen tan querible a esta criatura. Hay un par de personajes secundarios, nuevos en la saga, que la acompañan a la perfección, como su amiga Miranda (Sarah Solemani) y la médica interpretada por Thompson. Ellas son las que mejor expresan ese humor británico fino, ácido, a veces inocente pero siempre efectivo. Así y todo, por momentos la película se empantana: media hora menos la hubiera beneficiado mucho.