Luego de una desastrosa secuela dirigida por Beeban Kidron, la saga de la solterona Bridget Jones retorna a su directora original, que en esta tercera parte recupera algo del encanto de aquel Diario de Bridget Jones, debutado 15 años atrás. Sharon Maguire conoce los hilos de la criatura, especialmente debido a su amistad con Helen Fielding, la escritora del best seller en que se basó la película. Este tercer episodio no escapa a la lógica: es también la adaptación de la tercera novela de Fielding, pero tiene un encanto inmanente al diseño de los actores y a un elaborado guión donde colaboraron la autora, Dan Mazer (Borat) y Emma Thompson, quien también protagoniza el film.
Bridget Jones (Renée Zellweger) está nuevamente sola, abocada a la producción de un programa televisivo y esquivando la ubicua presencia de su ex novio Mark Darcy (Colin Firth). Zellweger hace los tradicionales gestos tragicómicos que ganaron la fama del personaje, quizás aún más acentuados, lo cual por momentos resulta apto y muy gracioso y en otros un tanto excesivo. El cambio radical en la vida de Bridget ocurre cuando, para olvidar su obsesión por la compañía, sale a disfrutar la vida y en un megashow al aire libre, estilo Glastonbury, conoce al norteamericano Jack (Patrick Dempsey), un playboy que replica a la figura de aquel Daniel Cleaver interpretado por Hugh Grant. El resultado es que poco después Bridget queda embarazada, sin certeza de la paternidad (¿Jack o Mark?). El rol de Thompson como la médica de la parturienta aporta una necesaria cuota de humor inglés, mientras el film se debate entre un final progre (madre soltera) o conservador (padre asegurado). Con todo, una buena recuperación del personaje que deslumbró en 2001.