La verdad, la verdad... no era necesaria una tercera película sobre Bridget Jones. Pero tampoco es necesario el alfajor, digamos, y uno lo come. Esta vez, entrada en la cuarentena y separada, la señorita Jones queda embarazada y no está segura -no puede estarlo- de quién es el padre: si su constante peor-es-nada interpretado por Colin Firth o el apuesto recién llegado que juega Patrick Dempsey. El tono irónico del personaje se mantiene, la mirada menos que glamorosa sobre lo que implica ser mujer en este mundo, también; y los intercambios con los dos partenaires funcionan porque Zellweger, una persona demasiado mal tratada en el universo cinematográfico sin que medien verdaderas razones, es una muy buena comediante. Eso es el dulce de leche del alfajor. La masa, sin embargo, es un poco insulsa y falta de inspiración, a veces carente de timing, especialmente cuando los personajes -después de todo, es cine- se mueven. Y la cobertura, esa moralina maternal que termina imperando, es un poco desabrida. Pero si uno tiene ganas de una golosina, cumple dignamente.