Hace quince años, El diario de Bridget Jones se convirtió en un éxito fenomenal que recaudó 300 millones de dólares e impuso la empatía femenina, originada el en chick lit de Helen Fielding que, a su vez, compilaba columnas publicadas en el diario The Independent. Una mujer real, a la que le sobraban kilos, no podía largar el pucho, amanecía con una tremenda resaca y era señalada por el dedo del mandato como demasiado grande para seguir soltera. Todo era muy británico, pero el personaje central cayó en manos de una texana, Renée Zellweger, mientras que el del amor, el atildado Mr Darcy, en Colin Firth, que ya había interpretado ese papel en la miniserie de la BBC sobre Orgullo y Prejuicio, de Austen, en el que Fielding se basó. El chico malo era Hugh Grant, que esta vez evitó participar, por diferencias con el guión. Y si bien las fans disfrutarán de ver a Bridget y Darcy otra vez, con las huellas del tiempo -y de los retoques- sobre sus rostros, lo cierto es que el guión de este regreso, largamente anunciado y discutido, no suma demasiadas ideas. Y las anteriores están, quince años después, algo gastadas. La torpeza de Bridget -cayendo en el barro, llevándose muebles puestos, derramando la copa, diciendo obscenidades a micrófono abierto- y su descalabrada capacidad para hacer papelones, no bastan para hacer reír ni para que resulte irresistiblemente encantadora.
El argumento está enunciado en el título. Bridget se embaraza. Por las semanas de gestación, puede haber sido tanto producto de un encuentro casual en un festival (con Patrick Dempsey, cuyo personaje resulta ser un millonario soltero) como del reencuentro, casual también, con Darcy. En ambos casos, ella llevaba unas copas de más. Quizá para incorporar una línea de chistes pro diversidad, el trío avanza hacia el nacimiento de la criatura. En el medio, una serie de gags y situaciones que predisponen a la risa pero apenas producen alguna sonrisa. Cuando no irritación: Bridget, que sigue soltera a los 43, es productora senior de un noticiero televisivo, aunque se burla de los apellidos extranjeros y pone al aire a un entrevistado asiático confundiéndolo con otro. Aún así, se permite reivindicar sus principios frente a las ambiciosas nuevas gerencias que, con buena lógica, quieren sacársela de encima.
La película tiene un tono cálido, y varios momentos simpáticos. Pero el guión, co escrito por Emma Thompson, guiña todo el tiempo a la primera película, mientras intenta aggiornarse, con las temáticas de hoy. Y los hits musicales se alternan con el off, el diario de Bridget, en el perfecto acento british de Zellweger. Todo se siente algo forzado, impuesto, dificultoso. Hay que decir que la actriz, ganadora de un Oscar y "desaparecida" de pantalla en los últimos tiempos, le pone una garra notable. Como si fuera la única realmente convencida de la necesidad de este regreso.