Faltaba el bebé.
Allá por 2001 un personaje salido de un libro la rompió en el cine, se trataba de Bridget Jones, una inglesa que había pasado los treinta y cuya vida estaba bastante lejos del glamour de "Sex and the city"; era más bien una gordita algo torpe que no pegaba una y que en el amor la pasaba bastante mal. Esta versión más realista de una mujer soltera se convirtió en una de las comedias más taquilleras de aquel año, y para 2004 -tratando de continuar el éxito- derrapó con una forzada secuela, que no tenia la mitad de la gracia que la anterior, pero donde Bridget finalmente encontraba al amor de su vida.
En esta tercera entrega han pasado unos diez años y Bridget parece haber alcanzado la madurez; ya no está gorda, su vida es mucho más saludable y alcanzó el trabajo de sus sueños. Todo parece combinar con la nueva cara de Renée Zellweger, pero como nada es perfecto al comienzo del filme Bridget cumple cuarenta y tres, y está sola.
Luego de un par de noches de pasión -una con un desconocido y otra reincidiendo con Darcy- Bridget descubre que está embarazada, y aquí el eje de la comedia pasa a ser que ella no sabe cual de sus dos amantes es el padre de la criatura, lo que llevará a escenas graciosas, enredos y un trío donde nuevamente Bridget hará sus gracias, Darcy (Colin Firth) será el hombre correcto y acartonado, y Jack (Patrcik Dempsey) será el nuevo objeto de deseo, que hará dudar a la protagonista sin quedarse con el de siempre o arriesgarse a algo nuevo.
La química entre Zellweger y Firth sigue funcionando de maravillas, Dempsey aporta mucha gracia a la historia, y Emma Thompson -quien también colaboró en el guión- como era de esperarse interpreta el mejor personaje del filme, una obstetra irónica que se ocupará de contener al trío de futuros padres.
Con todo lo necesario para una comedia romántica clásica, Bridget Jones se alejó hace tiempo de la movida feminista, cerrando la historia de un modo muy correcto con un bebé gordito, como si ese fuera el objetivo de toda mujer, pero agregando algunos condimentos para que la historia no parezca tan correcta, como por ejemplo: que Bridget decide tener a su hijo sola y pasados los cuarenta, sigue saliendo con sus amigas y tratará de que su trabajo y su economía independiente no se vean afectadas por la maternidad.
El bebé de Bridget Jones es un buen cierre para la historia, un final accesible a casi todo el público femenino, jugando para la tribuna, y alejándose para siempre de aquella solterona atípica del libro que Renée Zellweger interpretó tan bien, cuando engordó para la película, y sus expresiones podían verse en un rostro sin tanto botox.