Contemplar la obra
El documental español El Bosco, el jardín de los sueños (2016), fue realizado por el Museo del Prado, lugar donde se encuentra la obra de El Bosco “El jardín de las delicias”, por motivo del quinto centenario de la muerte del artista Jheronimus van Aken (Bolduque, Países Bajos. 1450-1516) conocido como Jheronimus Bosch o Hieronymus Bosch, en España, el Bosco.
Este trabajo dirigido por José Luis López Linares es un interesante recorrido por la polisemia que construye una obra semejante y, si bien cuenta con momentos televisivos, no está en sus intenciones destacarse en sí mismo sino en ser una especie de Spin-Off de la pintura analizada.
El Bosco, el jardín de los sueños abre en el mismo Museo del Prado, con los visitantes contemplando el tríptico (formato muy común en la pintura flamenca de los siglos XV y XVI) "El jardín de las delicias". En esa expectación se citan las múltiples hipótesis de lectura que los especialistas, desde historiadores de arte hasta artistas, esbozan a cámara. De esta forma el relato hace un recorrido del todo a la parte, de una mirada macro de la obra hasta la apreciación individual de cada espectador sobre el cuadro.
También tenemos el recorrido histórico informativo: ¿quién era su autor? ¿Por qué su figura, al igual que su obra, está cargada de misterio? ¿Cuál era la cosmovisión de la época? Datos que ayudan a dar una mirada específica sobre el cuadro. Pero la obra sugiere otras cuestiones y, lejos de cerrar interpretaciones, abre varias más: ¿Con qué materiales/técnicas de pintura está hecho? ¿Cuál era el canon de representación de entonces? La mirada religiosa, La Biblia, y el libro de la naturaleza como referentes, la mirada crítica a la vida cortesana, la composición sinfónica de los elementos del cuadro, la arquitectura futurista, etc.
No faltarán las relaciones con la revolución sexual de los años sesenta y setenta en la alusión a los placeres y pecados de una sociedad (el sentido didáctico dirán), para finalizar con lo auténtico del cuadro, aquello que lo vuelve único, y que varios analistas coinciden en su capacidad de interpelar al espectador: “Te mira a vos mismo”, concluyen casi al unísono.
Así cierra el verdadero valor de este trabajo, el de reflexionar sobre la relación entre obra de arte (cualquiera sea) y el público, ávido de ser movilizado a otro universo donde soñar es posible.