A 500 años de la muerte de El Bosco, José Luis López Linares (con el apoyo de el Museo del Prado e incontables auspicios de fundaciones y empresas) realiza un documental cuyo mayor mérito no es intentar comprender la obra del genio (que se sabe inabordable), sino deleitarse ante la fascinación que la misma provoca en el público. El documental se concentra en una sola obra, acaso la más emblemática del célebre artista: “El Jardín de las Delicias”, pero no se trata en el fondo tanto sobre la obra sino las múltiples interpretaciones que la misma ha disparado a lo largo del tiempo. Pero cualquier intento de “explicar” la pintura es, en última instancia, fútil: todas las interpretaciones son válidas, porque en el fondo hablan más del ojo del espectador que de la mano del artista.
Poco es lo que se sabe de la vida de El Bosco, así como de su majestuosa técnica, que viniendo de un linaje de artistas pictóricos, se supone fue incluso todo un “secreto de familia”. Lo que se sabe es que la atención al detalle que le otorgaba vida a sus obras es tal, que al día de hoy la misma resulta tan atrapante y enigmática como cuando fue concebida. Hay tanto capturado en este increíble tríptico que resulta imposible no reconocerse en al menos alguna de las situaciones o personajes, puesto que, plagado de colores brillantes, este gran paisaje (separado en tres tablas: paraíso, Tierra e infierno) combina vida, muerte, tragedia, comedia y pecado. Lo más cercano, desde otro rincón del arte como lo es la literatura, podría apenas ser “La Divina Comedia” de Dante.
Consciente de que la humanidad entera (concebida siempre con una fuerte presencia temática de lo religioso, que atravesaba por completo la época) puede ser reflejada en la obra de El Bosco, José Luis López Linares expone su admiración por el tríptico a través de un diálogo con artistas pictóricos, historiadores del arte, escritores, filósofos, dibujantes, historietistas, músicos y científicos del mundo entero. Y es que, “El Jardín de los Sueños” nos comprende a todos, pese a que nosotros nunca llegamos del todo a comprender al mismo. De ahí ese eterno asombro que hoy, quinientos años después, sigue despertando esta pintura, siendo uno de los principales puntos de atracción del Museo del Prado. El documental de Linares, más que un homenaje, es una auténtica celebración del poder movilizador del arte.