Esta película chilena se ocupa, como su compatriota El Club, de los abusos sexuales de la iglesia y, en particular aquí, del episodio real protagonizado por el cura Karadima (el excelente luis gnecco) que durante décadas mantuvo relaciones con uno de sus pupilos, interpretado por Bejamín Vicuña.
Una narración prolija, a veces un poco chata, se tensa con las escenas íntimas entre el joven, de una belleza pura, y el cura corrupto que lo mancilla, en esta crónica de un drama íntimo que se erige, a la vez, como denuncia tristemente universal.