La ópera prima de Gonzalo Zapico, “El bosque de los perros” (Argentina, 2018), es un viaje hacia el interior de una mujer llamada Mariela (Lorena Vega) y sus intentos por superar el pasado, olvidarlo y avanzar con su vida hacia espacios diferentes que la reconforten y le permitan continuar, como puede con sus tareas.
De regreso en el pequeño pueblo que la vio nacer, quince años después de algunos sucesos que no quedaron en claro para nadie, Mariela recorre el lugar con extrañamiento, como si quisiera reconectar con el espacio pero con cautela y a la vez paso firme.
Zapico construye a esta Mariela de una manera fuerte, a pesar que su mirada, su andar, sus palabras, demuestren un ser herido por el pasado y que quiere renegociar su presente, y que huye de preguntas y de personajes que se acercan para preguntarle si ella es quien creen que es.
Vega posee una presencia casi excluyente en el relato, y se pierde en la pantalla con miradas y expresiones que garantizan una continuidad narrativa aún cuando no haya palabras que salen de su boca.
Excepto cuando la narración se sirve de la utilización de flashbacks como raccontos de un pasado que brota en cada paso que Mariela da en el pueblo, trazos de un triángulo amoroso que culminó en hechos traumáticos que la marcaron a fuego para siempre, su fuerza actoral es única y clave para esta historia.
Zapico desarrolla su película en paisajes que podrían ser los de su Río Gallegos natal, pero que al contar una enigmática historia universal, de travesuras y juegos que terminan mal a la hora de la siesta, de ritos que incluyen muertes de animales para afianzar vínculos, el mensaje se puede trasladar a cualquier punto geográfico.
Con atmósferas opresivas y una conexión indivisible con Mariela, “El bosque de los perros” es un logrado ejercicio autoral en el que las premisas de la historia comienzan a jugar entre ellas para organizar una narración fluida.
Lorena Vega potencia a Mariela con una cuidada actuación que revalida, en tiempos de empoderamiento femenino, un protagónico necesario y acorde a la propuesta, contraponiendo la energía de su personaje a la de Guillermo Pfening y Marcelo Subiotto, quienes se convertirán en la presa por la que luchará hasta el último minuto de la película.