En el bosque nadie puede oírte gritar
En principio El bosque siniestro (The Forest, 2016) tiene el atractivo de un tópico novedoso, hasta que una rauda visita a Wikipedia revela que ha habido al menos cuatro películas sobre el Aokigahara – “El Bosque del Suicidio”, a pies del Monte Fuji – en los últimos seis años. Una de ellas dirigida por Gus Van Sant, ni más ni menos. Su Sea of Trees (2015) fue abucheada en Cannes el año pasado y aún no se estrena en Argentina, lo cual es injusto. No puede ser peor que El bosque siniestro.
Aparentemente los japoneses solían abandonar a sus ancianos en épocas de hambruna o sequía en el epónimo bosque; eventualmente se convirtió es uno de los sitios predilectos de los suicidas, y al día de hoy la policía descuelga cadáveres. Corre la leyenda de que el bosque está embrujado por los yurei (fantasmas) de todos los que se han quitado la vida en él.
Este es el tipo de premisa que necesita de muy poco embelesamiento para transformarse en una película de terror con una trama original y tétrica, pero El bosque siniestro no le hace justicia al material. Toca la típica balada de sustos aurales (silencio, acorde, silencio, estridencia) pero no funcionan porque ni el espacio ni la atmósfera se construyen debidamente.
La trama se esboza a las apuradas en los primeros minutos del film, que tiene en foco a dos hermanas gemelas, ambas interpretadas por Natalie Dormer. Una serie de flashbacks nos ponen al tanto de que una de las hermanas se ha exiliado en Japón y que la otra viaja a buscarla cuando desaparece misteriosamente. Se la vio por última vez ingresando al Bosque del Suicidio, y ninguna advertencia la detendrá de seguir sus pasos.
Cualquier americano que viaje solo al peligroso exterior se alía inmediatamente con el primer americano que se cruza. En el caso de Sara se trata de Aiden (Taylor Kinney), un periodista que se interesa por su historia. Se les une un tercero en su incursión al Aokigahara, el guía Michi (Yukiyoshi Ozawa), quien advierte a Sara: 1) no caminar sola, 2) no salirse del camino, 3) no hacer noche y 4) no confiar en las visiones del bosque. Hacia la mitad de la película Sara ha roto todas estas reglas. Allá ella.
Gran parte de la cinta consiste en Sara gritando “¡Jess! ¡Jess!” así como los pobres diablos de El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) se la pasan gritando “¡Josh! ¡Josh!”. Como en El proyecto Blair Witch, el bosque debería ser el protagonista de la película, pero en vez de eso la atención cae sobre el melodrama entre las dos hermanas y el obscuro episodio que marcó sus vidas de niñas – lo cual no es muy interesante, porque poseemos muy poca información o contexto sobre estos personajes. Ni ayuda al suspenso que cada tanto se nos muestre lo que está ocurriendo fuera del bosque con el marido de Sara o las autoridades del Fuji. El punto focal debería anclarse sólo dentro del bosque, sólo en tiempo presente.
La película no es totalmente incompetente y luce algunas que otra buena idea. Es ingeniosa la forma en la que establece a Sara como una narradora poco confiable, por ejemplo. Pero a fin de cuentas El bosque siniestro no solo termina siendo otro film de terror mediocre sino que socava sus propios sustos con situaciones demasiado rebuscadas y pésimas decisiones sobre qué mostrar, cuándo y cómo.