El Bosque Siniestro pone como eje central para la construcción de sus personajes principales (las siamesas Sara y Jess Price, interpretadas por la bella Natalie Dormer) la idea de cómo la vivencia de una experiencia traumática en la infancia puede determinar la vida adulta de las personas. En este caso las siamesas de niñas están presentes en la casa cuando sucede la violenta muerte de sus padres. Mientras Sara no registra la escena visualmente, Jess ve atentamente el cuerpo de sus padres fallecidos. Toda esta secuencia es mostrada por el realizador Jason Zada utilizando el montaje paralelo de los distintos tiempos narrativos alternando con la actualidad, donde Sara va en busca de su hermana a Japón cuando la policía la reporta como perdida.
El recurso de la secuencia de la infancia construye el espesor de los personajes: Sara, la que no vio la tragedia, lleva una vida burguesa acomodada, usa vestimenta elegante y es la responsable de la familia. Jess en cambio tuvo intentos de suicido (regresando al modo que murieron los padres) y lleva una vida más errática. Ella era profesora de inglés en Japón y se la vio desaparecer en el Bosque de Aokigahara, un lugar que utilizan los lugareños para suicidarse.
El valor simbólico de la conexión entre siamesas hace que Sara cruce todo el mundo para buscar a su hermana, la sensación de que Jess no había muerto siempre estuvo latente y debía buscarla: ahí es donde el bosque empieza a jugar como espacio cinematográfico, un bosque con la pulsión de los fantasmas del cine asiático de terror, pero que Zada no utiliza con convicción. El bosque como lugar asfixiante, claustrofóbico, nunca llega a ser tal porque el director no consigue que el mito del bosque suicida sea creíble. Las apariciones espectrales, básicas en el género, no tienen timing cinético ni anclaje en el mito; Aiden (Taylor Kinney), un periodista australiano que acompaña a Sara en la búsqueda para escribir un artículo, nunca consigue forjar una química con ella (su personaje está mal estructurado y no se entiende su verdadera motivación).
La idea sacrificial de Sara de arriesgar la vida por su hermana tiene el peso de la culpa de no haber sido ella la que vio la experiencia violenta en la niñez y el peso de llevar una vida acomodada, eso lo vemos desde el guion, pero Zada no sabe darle peso cinematográfico a este nudo narrativo; y solo vemos fantasmas que asustan poco, imágenes repetidas de una carpa en una noche y un sinfín de clichés que utilizan estas películas con escaso valor cinematográfico.