El Bosque Siniestro (The Forest, 2016) llega para demostrarnos que en el género horror hay esperanza incluso en ese caldo desabrido que conforman las producciones del conservador terror ATP impuesto por la industria en los últimos años. Claro que en Los Huéspedes (The Visit, 2015), la genialidad de Shyamalan del año pasado, ya había un jaque a los preceptos moralistas de la MPAA, conseguido en parte por la utilización de un niño como protagonista, y por darle a la comedia una buena porción de la narración. Pero The Forest no tiene ninguno de esos guiños que podrían hacer recular a los censores encubiertos; de hecho, es bastante oscura para ser una película con la calificación estadounidense del PG-13.
La densidad está presente desde su aparente tema principal: un trauma infantil que puede terminar en suicidio; aunque su verdadero tema es la reconstrucción y aceptación de un recuerdo reprimido para evitar una patología destructiva. Sara y Jess (Natalie Dormer) son gemelas, de niñas presenciaron la muerte de sus padres, con la diferencia de que Sara se tapó los ojos, mientras que Jess observó todo. Aplicando lo que en primera instancia parece psicologismo berretón, el guión nos presenta a las chicas ya grandes como dos hermanas con personalidades opuestas: Sara (la que supuestamente sufrió menos) es la de la vida ordenada por los valores tradicionales, y Jess un tiro al aire que se pierde en el mítico bosque japonés Aokigahara, donde Sara la irá a buscar para salvarla del suicidio.
Si el primer acto de The Forest puede parecer una novelita sin luces por culpa de los diálogos vacíos, los feos clichés psicologistas, el brillo digital y las sobreexplicaciones, en los siguientes se desarrolla el verdadero conflicto, el que se desata con la locura de Sara. Si bien desde el inicio la película nos presenta a las dos hermanas, luego sólo sigue a una, a Sara; mientras que a Jess, la perdida (en el bosque pero también en la vida, según el discurso conservador de la película), sólo la vemos en flashbacks. Entonces lo que vemos de Jess son siempre recuerdos de Sara, nunca hay un plano en el tiempo presente (real) de la película. A su vez, esos mismos flashbacks van mutando a medida que avanza la narración: Sara va recordando cada vez más la negada muerte de sus padres a medida que se adentra en ese bosque siniestro símbolo de su inconsciente.
Las decisiones cuasi absurdas y lineales del inicio de la película adquieren en el bosque otra densidad; The Forest adorna con fantasmas y sobresaltos de manual una historia más compleja que la que muestra, y lo interesante es que los adornos -junto con la violencia que desata el viaje introspectivo de Sara- logran llevar por un mismo carril a la trama y al subtexto de autodescubrimiento y superación de una experiencia traumática. Por desgracia la riqueza de tanta simbología se diluye con las decisiones obvias del guión: ¿era necesario que el bosque sea “el bosque de los suicidios”? Es una remarcación incluso más burda que la representación de las gemelas (una de blanco y una de negro, por ejemplo); ese espacio de alienación lo podría haber representado cualquier bosque (de hecho, se filmó en uno de Serbia), aunque -claro- se perdería el background de los fantasmas orientales. El Bosque Siniestro funciona como una entretenida reversión del doppelganger, sin mucho diálogo en su segunda (y mejor) mitad, y nos regala una violenta representación de un viaje introspectivo tan oscuro como necesario.