Los bosques siempre son malos
Luego del éxito de La llamada (Gore Verbinski, 2002), remake de la película japonesa Ringu (1998) de Hideo Nakata, el cine de terror norteamericano comenzó absorber todo lo que provenía del terror japonés, hablamos de conceptos, convenciones e imágenes. Esta tendencia se tradujo en una cantidad insostenible de remakes, combinaciones, reversiones, que se hicieron hasta que ya no fue redituable. El bosque siniestro rescata, con éxito moderado, aquella tendencia justamente olvidada.
El asunto sucede en Japón, precisamente en el bosque Aokigahara, lugar particular que muchos japoneses elijen para suicidarse. Allí desaparece Jess Price (Natalie Dormer), y su hermana gemela Sara (también Natalie Dormer) viajará desde Estados Unidos para buscarla, alegando que ella sabe que su hermana está bien porque los gemelos tienen una conexión mística inexplicable pero cierta. Así las cosas, El bosque siniestro es un pequeño relato de terror cuyo guión presupone y necesita cierta credulidad de nuestra parte. Si aceptamos las reglas del juego, estamos ante una película disfrutable.
Jason Zada retoma el viejo tópico de la existencia de lo sobrenatural en los bosques, por lo cual necesita conseguir cierto clima ambiguo y opresivo, aunque también apele al susto guarango e injustificado. Cuando la trama se trata acerca de cómo se puede sugestionar una mente incrédula la película logra ponerse interesante. Luego el resto de las subtramas son genéricas, olvidables y de un abrumador trazo grueso, como cuando se detiene a hablar del profundo trauma que produjo una división en la relación entre las gemelas protagonistas.
Es sabido que los bosques están repletos de criaturas poco confiables. Hace poco se estrenó la irlandesa Los hijos del diablo (Corin Hardy, 2015), que con una temática similar a El bosque siniestro tenía un poco mas de pericia a la hora de rescatar la tradición de relato oral que fundamentaba el horror en su caso. Aquí parece que los fantasmas japoneses son más insidiosos e iracundos por el sólo hecho de ser japoneses, aunque debemos decir que logramos sentir ese extrañamiento propio de cuando nos enfrentamos a la tradición japonesa, su solemne, y un poco retorcida para nuestros estándares, visión de la realidad.
El bosque siniestro no es ninguna maravilla, y su retorno a las fuentes japonesas se queda a mitad de camino. Sin embargo, cierto tono a serial televisivo de terror y algunos climas bien logrados la vuelven una experiencia disfrutable.